Aviso: me voy a poner trascendente (para ahorraros tiempo, por si no tenéis gana, digo).
Parece como si la vida ya tuviera guión. Cada época el suyo. En esta época pintan bastos, dice el guión, para los padres. Es su turno de ser culpables. Durante muchos años hemos sido nosotros, los profesores, los paganos. Hasta que se dieron cuenta de que hacíamos los que podíamos. Durante muchos años nos han llovido palos porque las cosas no estaban saliendo bien. Con el resultado de que muchos se han refugiado en terreno seguro. Era lógico. Un error de la sociedad que va a pagar durante tanto tiempo como lo cometió. Con nuestra desconfianza. Y ahora se repite la historia, pero con los padres. Y lo pagaremos también. Porque son inocentes. O, al menos, tan inocentes como nosotros.
«Tienen la culpa de todo» es una frase de moda siempre. Siempre hay un culpable de todo. Y luego, cuando nos demos cuenta de que hacen lo que pueden, como hacíamos, como hacemos los profesores, vendrá el turno de la comprensión. De acordarnos del esfuerzo que supone poner en marcha cada día una casa. Desde el desayuno (a veces batalla) hasta cerrar el día con tanto cansancio…! En medio, las presiones del trabajo. Ese que es tan preciso para pagar la hipoteca y adquirir lo necesario para satisfacer (parcialmente, nunca del todo) los gustos de cada miembro de la familia (lógicos o no). En medio, ese no parar. Sin tiempo para querer a los que quieres.
Vendrán los días de los políticos. Será su turno. De vez en cuando esto gira y les cae a ellos la culpa. Se les pide que legislen mejor. Como si una ley fuera culpable. Como si no hubiera muchos modos de llevar a la práctica una ley, incluidos los peores. Como si los políticos tuvieran poder real en un aula. Como si quisieran el mal para sus votantes, vecinos, familiares, hijos e hijas, amigos. Como si los políticos fueran el enemigo y no fueran parte de nosotros mismos.
Entonces llegará el momento de los alumnos. Porque, no se por qué, terminamos creyendo que para ellos es agradable suspender, como si el cero fuera más divertido que el diez. Parece que aguantar una bronca fuera fácil (si fuera una…!). Parece que hacerse inmune a todas esas agresiones a la autoestima es un camino sencillo, feliz. Parece que el alumno, incluido el que aprueba, no sufre.
Entonces, ¿dónde está el culpable? ¿Todos un poquito? Es la otra opción. En vez de concentrar, dispersar responsabilidades. Pues tampoco me lo creo.
Yo creo que sí hay un culpable, un responsable.
El estilo de vida. Y su profeta, el anuncio publicitario. Ese que sale por la tele. O está en el periódico.
Son los que nos marcan como ha de ser nuestra vida. Cada día, con insistencia. Hasta que nos rendimos. Un guionista anónimo, impersonal, colectivo, que decide cómo será cada época.
Ahora, en tiempo de crisis económica, veréis cómo la publicidad se intensifica. Cómo se hace más agresiva. Cómo nos explican lo insatisfactoria que es nuestra vida y cómo mejorará con determinado producto. Que habrá que lograr con un esfuerzo suplementario que te aleja de los que quieres. Y del tiempo que pide el querer.
No sé por qué se concentran tanto en la calidad del profesorado, en los medios materiales, en dar a los padres tareas. La educación es emoción. Y la buena educación es buena emoción. Cariño, comprensión, paciencia. Sólo conociéndonos educadores, educandos y familias llegaremos a alguna parte. Sólo con tiempo para la emoción. Ahí habrá conflictos. Pero no más graves que los conflictos de la distancia, de la incomprensión mutua.
Alguien lo ha contado mucho mejor que yo. No tengo ni idea de quién es Pedro Angosto. No tengo ni idea de dónde está el IES Santa María de los Baños. ¡Pero cómo ha acertado el tipo! Mira el enlace de su nombre. O míralo en AulaBlog21, por favor. Creo que merece la pena. Bien escrito y bien dicho.
A mí me ha gustado. No; gustado no es la palabra. A mí me ha convencido. Míralo, especialmente, si eres padre o madre. Y piénsatelo.
Tu artículo también merece ser tenido muy en cuenta, me ha gustado un montón, saludos.
Los dos lo expresáis muy bien. Existe una aberración de base en el sistema económico en el que vivimos: está fundamentado en el egoismo materialista y el culto al líder. ¿Pero existe alguna alternativa razonable? Ya vimos a dónde condujeron los experimentos revolucionarios del siglo XX. Y mientras, todo el mundo echa las culpas a los demás mientras gritan sus recetas milagrosas a quien quiera escucharlos.
Gracias por el comentario, Francisco. Fantástico trabajo el de aulablog21. Un saludo.
Alfredo, es cierto lo de la dificultad de las alternativas. Pero si el problema está en el tiempo, la disminución de jornada laboral, la flexibilización puede ir por ahí. La dificultad estriba en evitar que las empresas sean quienes paguen el pato. No deben. Si no, se acabó el flujo circular. ¿Cómo hacerlo sin que las empresas pierdan? En general, mayores coberturas sociales desincentivan el trabajar asalariadamente. Si estamos viendo que es necesario que los padres y madres pasen tiempo con sus hijos, so pena de que a largo plazo haya un colapso de las capacidades de la siguiente generación, habrá que invertir en ello. Salario vital, salario a padres o madres a cargo de sus hijos a cambio de algún tipo de servicio social posterior, etc. Tener hijos y criarlos bien no puede ser un privilegio. Si les pedimos cuentas a los padres por lo que hacen con sus hijos, hay que darles los medios.
Además, lo que no dice PISA es el tamaño de las escuelas en Finlandia. Las que sacan mejores resultados son las medianas. En las que todos los profesores conocen a la mayoría de los alumnos y cada alumno conoce a un repertorio amplio de profesores. Quizá disminuir el tamaño de los Institutos y aumentar el número de IES sería más eficiente.
Y a mí no me disgustaría una mayor regulación de la publicidad. Es salvaje lo que hay ahora. Con sólo códigos éticos de no obligado cumplimiento. De risa. La publicidad actúa con una impunidad y con un nivel de manipulación bestiales. Basta con preguntar a cualquier psicólogo. Necesitamos defensas, espacios libres.
Lo que sí sabemos es que sin inversión no hay educación. Pero invertir mal también es un error. A mí se me ocurren esos tres campos: aumentar el tiempo que pueden pasar las familias reunidas en el hogar, darles un respiro en la presión consumista y reducir el tamaño de los institutos y colegios, aumentando su número. Carísimo lo segundo… a no ser que sean edificios cercanos que puedan compartir una serie de instalaciones.
Pero sigue siendo la carta a los reyes magos. Era por decir alternativas. Que no van a suceder.
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¡Me encanta tu optimismo! (a pesar de la última frase). Pero otra vez tienes razón: no van a suceder. Un ejemplo de por qué creo (temo) que no ocurrirá, al menos a medio plazo: hace siglos que venimos pidiendo rebajar sensiblemente la ratio de alumnos por clase. Es una medida sencilla (que no barata), que iría probablemente unida a la creación de más institutos de pequeño y mediano tamaño, como tú sugieres; es una medida, a diferencia de otras, desprovista de cualquier componente ideológica, que todos los implicados (padres, alumnos, profesores) podrían apoyar independientemente de su opción política.
Pues bien, ¿qué es lo que se debate en los púlpitos públicos? Que si Educación para la Ciudadanía, que si enseñanza de la Religión Católica en los centros públicos, que si tal o cual materia deben tener una hora de más o una hora de menos a la semana… Como decía Mr. Scrooge: ¡Paparruchas!
Estan muy bien ambos artículos, y sinceramente creo que reflejan la realidad perfectamente, más de una persona se verá identificada con el modo de vida que se presenta en el artículo de Pedro Angosto. Con respecto al segundo comentario de José Luis, a pesar de que no se mucho de política, pienso que básicamente no van a hacer lo de los institutos porque es algo que no saca votos, ni más ni menos. Los políticos prefieren hablar de que si terrorismo esto que si terrorismo lo otro, y las cuestiones cotidianas las tocan una vez cada mil debates…en definitiva… la política está mal enfocada en este país.