Habitualmente, suele suceder que hay reuniones entre docentes, o entre docentes y familias, y sure la polémica. Alrededor de lo que sea. Pero parece que lo educativo suele atraer polémicas. Y, últimamente, quizás contagiados por una determinada manera de hacer política, esa polémica se aborda de formas no especialmente deseables, en ocasiones más frecuentes de lo que a mí me gustaría.
O también surgen, en las mismas aulas, conflictos. Y es que sí, la educación parece atraerlos.
Yo tengo mi receta para abordarlos. Otros tienen las suyas. La mía consiste en dos enfoques: el de la galleta y el del triángulo.
El del triángulo es aplicar tres principios a mi forma de intervenir. En orden, primero, segundo y tercero.
El primero es transparencia. Y tiene que existir antes de la propia reunión. Mi actitud ante el problema ha de ser conocida y coherente. Y debo suministrar toda la información.
El segundo es pasión. Cuando la información está suministrada, o mientras se suministra, debo demostrar que me la creo. Y debe ser cierto que me lo creo,
El tercero es indignación. Porque hay tácticas de vociferio, de algaraía. Hay tácticas de hacer ruido. Y muchas veces con arguments pobres, muy pobres, pero muy sonoros. Si yo he suministrado información, tanta como me ha sido posible, y he mostrado la pasión de creer en mi posición, si me argumentan mal o con mala actitud, debe surgir la indignación. Es una obligación. Ante docentes (directivos o no), familias o alumnado.
Si he suministrado información suficiente, si he mostrado que me la creo y por qué, ni un paso atrás ante quien argumnta mal o del mal modo,
Pero ojo. La indignación se debe reservar para quien argumenta mal, pudiéndolo hacer bien. Con malos modos o con falacias conscientes. Para quien mantiene posiciones distintas honradamente, respeto, siempre respeto. Y desayunos o cañitas compartidas, para conocer mejor sus posiciones y comprenderlas.
Luego está la técnia de la galleta. Y es que no todas las batallas merecen la pena. Hay batallas y batallitas. Hay polemistas «profesionales» que te arrastran a su táctica de discusión eterna y te hacen perder tiempo y energía en cuestiones que no lo merecen.
En esos momentos uso la galleta. Que consiste en repetir interiormente dos frases.
La primera sólo hay que deirla una vez. Interiormente, insisto. Y reza: «Las galletas no hablan».
La seguna hay que repetirla, interiormente también, sin cesar, tanto como sea necesario:; «Soy una galleta, soy una galleta, soy una galleta…»
Jejejeje….
A mí me funciona. Más o menos. 🙂
Si me permites, con toda la complicidad de un compañero en las aulas, y por si te vale…
Con el tiempo me parece ir descubriendo que la indignación puede ser sustituida por una forma de firmeza que puede ir incluso acompañada de una sonrisa y que resulta tremendamente efectiva, porque desactiva la reacción violenta hacia nuestra indignación del interlocutor. Digamos que su pre-programada respuesta violenta no encuentra donde agarrarse. A esto hay que añadir que los enfados pasan factura en ese momento (y más tarde) a mi estado emocional, sin que a veces hayan marcado una gran diferencia en la acción.
Sólo por si te sirve, y de compañero a compañero
Un saludo
Javier
¡Hola Javier!
Sí, sí, pero la indignación tiene que servir, en algún momento, para trazar líneas rojas. No digo que la indignación sea violenta. Y mucho menos agresiva. Estoy de acuerdo contigo. ¡¡¡De ahí la galleta!!! Pero sí que debe ser evidente.
Y me encanta el enfoque que le das. Eso sí, en muchas ocasiones resulto incapaz. No es que quiera ser rencoroso. ¡¡¡Es que no sé no serlo!!!
Un saludo. 🙂
¡¡Fantástica la galleta!! la usé varias veces el año pasado. El triángulo, creo que ya lo conocía, aunque no así…Eso sí, cómo nos gusta a los docentes eso de la polémica…yo diría la polémica tonta, porque nos solemos indignar más por pamplinas («yo no quería el viernes a última hora») que por cosas un poquito más serias. Saludos, José Luis.
¡Hola Encarni!
Y sí, compañera, ha sido un año precioso este, a pesar de la cantidad de galletas que hemos sido. ¡De todos los colores y de todos los tamaños! Pero creo que los resultados han merecido la pena. Y ver cómo la gente ha evolucionado. En cuanto las pamplinas han dejado lugar a las cosas serias.
Por cierto, que alguien debería reivindicar las pamplinas, que son una flor preciosa, jeje.
Besos, guapísima.
Buenas!
mirando la pagina del Celia Viñas no he podido evitar reirme con lo del triangulo y la galleta y ya por curiosidad, pasarme a ver que se cocia.
He de decir que me parece mejor lo de la galleta, asi uno se ahorra problemas la verdad, sobre todo cuando no se es buena oradora jajaja
en fin, nos veremos por los pasillos!
¡Hola Alicia!
Pues sí, nos veremos por los pasillos. ¡A ver si nos encontramos otra vez en clase! 🙂
Y, por supuesto, también aquí en el blog. Que este año tengo propuestas para todos, aunque no seáis mis alumnos. Mi problema será el de siempre. ¡¡¡El tiempo!!!