Tras la poesía de los colores del otoño

Tomado de pachd.com/free-images/nature-images.html

Naranjas, amarillos, marrones… los colores de la caída de la hoja, del otoño. Pero tras la habitual (y bonita) imagen, lo que hay son proteínas y ARN. La otoñada sucede porque existen ORE1, miR164, EIN2.

Eso no significa que haya menos poesía, o que debamos tener una visión reduccionista. La otoñada es preciosa y pasear pisando hojas caídas, con el olor a bosque a punto de dormir, es un privilegio.

Pero como el aprendizaje es emoción, deberíamos poder aprender algo, interrogarnos acerca de lo que nos gusta, de lo que nos conmueve. Conocer más no provoca que pierda belleza lo que miro. A mí no. El encanto de lo no sabido es mucho menor que la impresión de profundidad, de historia, que hay en cualquier rincón de la biología.

Lo primero, que los amarillos, marrones, naranjas, están ahí, han estado siempre. Sólo que ocultos por el verde. Antocianos tapados por clorofila.

Esa es un cuestión que aporta belleza. El otoño revela lo oculto. A mi me parece bonito.

Además, la caída de la hoja sucede porque existen células capaces de morir por el bien del conjunto. Eso, ya le da mucho sentido al otoño. No hace falta ser biólogo para comprender que la hoja, cayendo, protege al resto de la planta. Con la hoja perdería mucha agua en una época en la que hay poca. Porque el agua helada no es agua. Con la hoja ganaría menos de lo que gastaría, ya que los días son cortos. Y la hoja, de todas maneras moriría, en la primera helada. Mejor hacerla caer y tratar de recuperar lo que se pueda, en vez de usar la hoja, apostar por ella, y verse sorprendido por la primera helada. Esa, ya, es una cuestión que me impresiona. Me refiero a que lo vivo haya inventado la muerte de partes para que un conjunto más grande sobreviva. No hay nada menos adaptativo que la muerte… salvo si formas parte de algo mayor.

Esa ya es una cuestión llamativa. Tanto como admirar los colores. Por lo menos para mí.

¿Que hay árboles que no pierden la hoja? Pues claro. Pero su forma foliar se ha adaptado. Reducen tanto como pueden la superficie. Apuestan por una hoja que gane poco, pero que pierda poco. Y así pueden vivir donde otros no. Son hojas aciculares, con forma de aguja. Como la de los pinos. Los que tienen hojas planas, anchas, con formas múltiples pero siempre dispuesta a interceptar la luz del sol, esos no. Esos no pueden vivir en invierno. Sólo pueden sobrevivir.

Los hay que afrontan pocas heladas. Para ellos merece la pena inventar el anticongelante (es fácil, pueden usar algunos azúcares). Es decir, fabricar algo que poner dentro de la hoja para aguantar el hielo las pocas veces que ataque. Pero los árboles de más al norte o más alto no. A esos no les merece la pena gastar tantos días, uno tras otro, en anticongenlante. Sale más barato perder la hoja unos meses y, cuando vengan buenos tiempos fabricar las nuevas, las de esa temporada.

Vale, el otoño es poesía, pero también es un balance entre costes y beneficios. ¿Usar anticongelante o no? ¿Crear hojas de grandes ganancias o de grandes pérdidas? Esas preguntas tienen respuestas diferentes en función de dónde vivas, de cuánto frío haga allí, de cuánto sol te dé en los días buenos. No hay, en lo vivo, nada bueno o malo, nada acertado o equivocado. Todo es cuestión de contexto.

Esa ya es otra cuestión llamativa. Tanto como admirar los colores. Por lo menos para mí.

Ahora que vendrá la primavera, me apetecía acordarme del otoño. Porque no hay una buena primavera si no se hicieron los deberes del otoño. Porque, económicamente, estamos en un duro otoño. A lo mejor, los árboles, con su capacidad de aprovechar lo que se pueda, de revelar lo oculto, de sacrificar partes por el bien del conjunto, de hacer buenas y sensatas cuentas, a lo mejor los árboles son un modelo.

8 respuestas a «Tras la poesía de los colores del otoño»

  1. Rakels

    Dios mio lo que he aprendido…. no habia apreciado ni pensado en los colores del otoño desde ese punto de vista….me limitaba a observar… Y me quedo con esta frase: «El encanto de lo no sabido es mucho menor que la impresión de profundidad, de historia, que hay en cualquier rincón de la biología»

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  2. José Luis Castillo

    ¡Hola Vicky!

    Yo creo que un almendro se reiría de las ganas de gastar energía de un mamífero. Que tendría la perspectiva de muchos otoños, con muchas primaveras después. Eso, si se molestara en pensar, que es una actividad muy cara energéticamente. Aunque muy bonita. 🙂

    Aún así, creo que es árbol más tonto de todos. Bonito sí, útil sí (Ay, ese turrón de Xixona, que tú tienes cerca!). Pero tonto como pocos. Esas ganas de florecer cuando aún hay riesgo….

    ¡Un saludo! 🙂

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  3. Marta

    Hola José Luis!

    He llegado a tu blog de casualidad, y me ha encantado tu post. Dejando de lado el interés científico la forma de redactar el artículo y el toque «poético» lo hace muy ameno y divertido. Seguro que tus alumnos tienen mucha suerte por tenerte como profesor.
    Soy estudiante del último curso de Ingeniería Técnica Industrial, especialidad en química industrial y estoy haciendo un trabajo para la maravillosa asignatura optativa «tecnología de la coloración» sobre las reacciones químicas implicadas en la degradación de la clorofila en las hojas de los vegetales, y aunque mi trabajo requiera un mayor nivel de especialización sobre el tema, he disfrutado muchísimo leyendo este post.
    Mis enormes felicitaciones, ¡¡te has ganado una seguidora más!! 🙂
    ¡Saludos!

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  4. José Luis Castillo

    ¡Hola Marta!

    Perdona el retraso en contestar… Las evaluaciones… Que muchas gracias, chica, que un placer! La materia que estás investigando me pilla lejos, muy lejos, pero tu carrera es una de las más atractivas que me imagino. Suelo comentar a mi alumnado que me habla de biología como meta que una ingeniería sería un buen enfoque, sin salir de ese campo de intereses. No sé por qué la gente no la valora lo suficiente. Asocia ingeniería a técnica y muy poco a ciencia, y desde la ingeniería surgen muchas retroalimentaciones sin las que la ciencia no avanzaría como lo hace.

    Montón de gracias por lo que me dices!

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