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Tienen mala fama los priones. Mala fama ganada a pulso, como te contaba y veías en «Priones«. Que exista una proteína tan puñetera, capaz de destrozar un cerebro con un simple cambio de forma, puede parecer un error.
A no ser que…
A no ser que reporte alguna ventaja que compense. Que compense mucho.
Y esa ventaja se ha descubierto. Una ventaja tan grande que compensa el peligro de tener una proteína que, si cambia de forma, te fríe las neuronas.
Resulta que la versión normal de la proteína priónica, llamada PrP, tiene una función clave en la detección de olores. Como ha descubierto el equipo de Stuart Firestein al poner a ratones de laboratorio a buscar trocitos de galleta ocultos en el serrín del suelo de la jaula. Ratones KO para esa proteína, o tardaban más, o nunca los encontraron.
They noticed high levels of normal prion protein in the cells that make up the animals’ olfactory systems. Wondering whether the protein might play a role in this sense, the researchers hid bits of peanut butter cookies in the shredded bedding of a cage. They then timed how long it took both normal mice and rodents genetically engineered to not make PrPc to sniff out the snack. Normal mice spent an average of 73 seconds searching for the treat before they found it, three times faster than their PrPc-free counterparts. Six of the 20 PrPc-free mice never found the cookie at all.
Y no sólo eso. Si los investigadores introducían un olor concreto en la jaula, y luego lo cambiaban, los ratones KO para esa proteína no reaccionaban de manera diferente ante el cambio, a diferencia de los ratones normales. Lo que lleva a pensar que no son capaces de diferenciar la novedad del olor habitual. O no muy rápido.
When the researchers piped the same scent of peanut butter into the cage, normal mice spent less time nosing in the direction of the smell as they became used to it. But their sniffers would perk up again when a new scent like vanilla or honey was introduced. The PrPc-free mice acted no differently when presented with a new scent, suggesting they couldn’t discriminate between familiar and novel smells.
Esos ratones KO estaban genéticamente modificados, sí. Pero no inválidos. Sus genes PrP estaban apagados pero podían activarse (¡hay que ver las cosas que hemos aprendido a hacer!). Y al activarse dejaban de actuar como lo estaban haciendo. Sus habilidades eran similares a las de los ratones normales.
The performance of the genetically modified mice improved once the researchers turned on their PrPc-making genes. On the other hand, the PrPc-free mice showed good appetites and appeared healthy overall.
No es que los ratones KO para PrP no sean capaces de oler, no. Es cuestión de eficacia. Sin esa proteína son como miopes para los olores. No los notan a demasiada distancia, no distinguen fácilmente entre ellos. Por lo demás, los ratones KO para PrP se muestran perfectamente saludables. Pero el sentido del olfato es esencial en los mamíferos, como ya te contaba en «Olfato y nuestro pasado«. Sin él, la supervivencia de animales nocturnos queda seriamente comprometida. Y nuestros antepasados fueron animales nocturnos. Encontrar rápidamente los recursos en la oscuridad, identificar la posible amenaza de un depredador que aún está a cierta distancia, buscar pareja, saber que estás entrando en territorio de un rival, todo eso descansa en el olfato.
PrP es una proteína con mala fama, pero que está ahí por algo. Probablemente, sea responsable directa de un gran éxito evolutivo. El nuestro.
The normal prion protein plays a role in an animal’s sense of smell is an important contribution, because it pegs the protein to an actual neurophysiological process.