La mineralosfera (vamos a llamarle así a la parte sólida no viva del planeta) está constituida por una serie de átomos, de entre los que destacan O, Si, Al, Fe, Ca, Na, Ca, Mg. La biosfera, en cambio, está constituida, sobre todo, por C, H, O, N. Sólo una coincidencia: el O. ¿Cómo es que en las piedras abundan unos átomos y en los seres vivos otros? ¡Ojo! No es que los seres vivos no tengan Fe, o Ca, o Mg. Es que están en mucha menor proproción, en mucho menor porcentaje que en las rocas.
Bueno, depende de dos factores: meteorización e idoneidad.
La meteorización es el proceso por el que la roca se disgrega (pierde trozos), o incluso se descompone (pierde moléculas o átomos). Cuando pierde átomos o moléculas, éstos, éstas, pasan a formar parte, sobre todo, de la hidrosfera (también de la atmósfera, como el CO2). Es decir, se mezclan con el agua. De ahí los pueden obtener los seres vivos. Pero resulta que no todos los átomos, no todas las moléculas, se disuelven bien. Por eso, porque no afecta la meteorización por igual a todos los componentes de la metalosfera, los átomos no están en la misma cantidad en las rocas y en los seres vivos.
Pero con esto no basta.
Por otro lado, si un átomo o molécula es abundante en la hidrosfera, eso no quiere decir que, automáticamente, lo usen los seres vivos. Para emplearlo es necesario que sirva para algo. ¿Para qué? Pues hay muchos trabajos que los seres vivos pueden encargar a sus átomos o moléculas: construir orden, mantenerlo, llevar cargas eléctricas, etc. Si no cumple con una función, o si para cumplir su función no es necesario que esté en grandes cantidades, por mucha que sea su disponibilidad no van a usarlo en mayor cantidad los seres vivos. Imagínate que necesitas una piedra. Como es gratis, bajas a la playa o vas al monte y coges una. Hay muchas. ¿Pero para qué vas a cogerlas todas? Sólo necesitas una, ¿no?
Por esas dos razones estamos hechos, los minerales y nosotros, de los mismos átomos pero en diferentes cantidades.