Ya sabes que la estrella más cercana está a 4,2 años luz, y es una enana roja llamada Próxima Centauri (cercana a la estrella doble Alfa Centauri, que es probable que te suene). Te lo contaba en «La Tierra es un puntito«. O sea, que estamos muy solitos por aquí. ¿Pero fue eso siempre así? Parece que no. Eso es lo que me ha contado Simon F. Portegies Zwart, en Investigación y Ciencia.
La mayoría de las estrellas nacen en cúmulos, en enorme agrupaciones de entre cientos y decenas de miles de estrellas. ¡El cielo de un planeta que se encuentre dentro de un cúmulo debe ser espectacular! ¿Cómo, entonces, nos hemos quedado tan solos? ¿Dónde están las estrellas hermanas del Sol?
En realidad, los cúmulos estelares parecen ser estructuras jóvenes y temporales. Tienden a deshacerse, como le ha pasado al que alojó al Sol. Y sus estrellas terminan mezclándose con todas las demás.
¿Qué pruebas tenemos que sostengan esta teoría? Pues en realidad, dos piedras caídas del cielo, dos meteoritos. Que tienen níquel 60, un átomo producto de la desintegración de un isótopo radiactivo del hierro, el 60Fe. ¿Y…? Pues que los minerales del meteorito deberían contener hierro, y nunca níquel. Eso quiere decir que cuando se formó el meteorito entró el hierro 60, pero luego se convirtió en níquel (en unos dos millones y medio de años, que es lo que tarda el proceso) y allí se quedó. La gracia del tema es que ese hierro radiactivo debió proceder de una supernova. Por tanto, estudiando la edad de los meteoritos sabemos que debió existir una explosión de tipo supernova muy cercana, cuando el Sol todavía era un bebé recién nacido (un par de millones de años). Y por la cantidad de hierro detectado, la supernova tuvo que explotar a unos 0,07 años-luz, como mucho. Muy cerca…
Hay varias explicaciones posibles para esa cuestión, y cada una con su talón de Aquiles. Los meteoritos pueden haber venido de muy lejos… ¿Los dos…? Muy improbable. O que esa supernova nos la cruzamos en aquel momento. ¿Y desde entonces no hemos vuelto a cruzarnos con ninguna más? Mucha casualidad… O que hubo muchas estrellas a nuestro alrededor y que poco a poco nos hemos ido desperdigando. Esa es la más probable. Sobre todo teniendo en cuenta que el paso cercano, muy cercano, de otra estrella debió alterar las órbitas de los cometas de la Nube de Oort (sin esa estrella, la trayectoria de esos cuerpos no se entiende bien, la verdad).
Hasta hace poco se pensaba que los cúmulos estelares con gran cantidad de estrellas eran cosa de los inicios del Universo. Y que la edad del Sol era incompatible con cúmulos estelares masivos. Pero se han descubierto ejemplos jóvenes de estas agrupaciones de estrellas, con hasta 10.000 individuos, y tan recientes como apenas unos poco millones de años (uno llamado R136 en la Gran Nube de Magallanes). Por lo tanto, es posible. Y no solo posible, sino que hoy pensamos que las estrellas, todas ellas menos las más antiguas, nacen en cúmulos como R136.
Mediante diversos cálculos, se puede establecer que el cúmulo debió tener unas 3.500 estrellas y un diámetro no superior a unos 3 años-luz. Que las estrellas más masivas se formaron primero y duraron muy poco (las estrellas más grandes son las más inestables, las que menos tiempo duran). Tan poco como unos 6-12 millones de años. Y estallaron como supernovas, contaminando a sus hermanas más pequeñas ya formadas o agitando nubes de gas y provocando el nacimiento de las últimas. Entre las que debió contarse el Sol.
¿Y dónde está tanto objeto? No pueden ser tan pequeñas que nos pasen desapercibiedas, es imposible. ¿Por qué no están aquí, junto a nosotros? Porque no te olvides que la Vía Láctea, nuestra galaxia, gira. Y el cúmulo ha tenido estrellas que han ido más rápido y otras que han ido más lento, estrellas que se han desviadoa la derecha y otras a la izquierda. Y las que se han ido algo hacia arriba y algo hacia abajo. Lo que era un puntito se ha estirado y ensanchado. Hoy, teniendo en cuenta esto, deben quedar unas 50 hermanas del Sol no más allá de 50 años-luz. Y unas 400 dentro de un radio de 3.000 años-luz.
¿Cómo podríamos comprobar todo esto? Algunos de los instrumentos del satélite Hipparcos podrán estudiar las composiciones químicas de unos mil millones de estrellas. Y es de esperar que algunas de ellas sean similares al Sol. Encontrar esa firma química en varias sería una demostración de que encontrar átomos de níquel donde debería haber átomos de hierro no era un mero detalle.
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