En muchas ocasiones es necesario hacer algo que contradice nuestro instinto de conservación. Un padre o una madre tienen que sacrificarse por su hijo o hija (frase políticamente correcta, eh? 😉 Alguien hace una locura arriesgada por amor. Una buena persona pone en riesgo su vida por otro a quien no conoce de nada.
¿Por qué?
No parece lo más correcto desde el punto de vista evolutivo. Reproducirse es esencial para que nuestros genes pervivan. Y sobrevivir es necesario para reproducirse.
Y sin embargo nos la jugamos en muchas ocasiones.
¿Por qué?
El cerebro tiene un truco que ayuda a que un organismo se exponga a una situación de riesgo de la que normalmente huiría, en la que, potencialmente, puede ganar, pero también perder mucho. El truco consiste en la producción combinada de endorfinas, oxitocina, dopamina y serotonina. Todas ellas son moléculas neurotransmisores y activan el circuito del placer en el cerebro, mitigan el dolor, generan sentimientos de afectividad.
Con tales sensaciones en marcha, ¿a quién le importa un poco de peligro? ¿o mucho peligro? El «subidón» experimentado nos predispone a sobrellevar el riesgo, a despreciarlo. Y si triunfamos, la búsqueda de un nuevo «subidón» nos llevará a exponernos a un nuevo riesgo.
Pero el circuito del placer puede ser activado de modo imprevisto. No deja de ser una faena el que muchas sustancias que nos causen daño activen los circuitos neuronales del placer: alcohol, tabaco, otras drogas especialmente marihuana y cocaína, dietas ricas en glúcidos o grasas.
Para las dietas ricas en glúcidos hay una explicación fácil: merece la pena arriesgarse por la comida. Al menos a nuestros antepasados, en un entorno de sabana africana, con nutrición difícil, les merecía la pena. Y nosotros hemos heredado sus genes.
Para alcohol, etc., la explicación no es tan sencilla. Son compuestos que producen las plantas. ¿Y para qué va una planta a producir una sustancia que active el placer en mí? ¿Qué gana la planta con eso? Hay una explicación evolutiva posible: si como una planta que me activa el circuito del placer estoy más predispuesto a arriesgarme y tengo más probabilidades de morir. Y así no volveré a comer esa planta. Imitar endorfinas, serotonina, dopamina, oxitocina podría ser un mecanismo de defensa vegetal que redujera la actividad de los herbívoros.
Es increíble que nuestra vida, en el fondo, sea una búsqueda permanente del aumento de la concentración de esas sustancias en nuestro cerebro.
A las endorfinas se las ha relacionado con el «subidón del atleta«, con el efecto placebo, con el enganche que producen las sustancias picantes a través de una molécula llamada capsaicina.
¿Somos algo más que títeres de nuestros neurotransmisores?
La vida, desde mi punto de vista, no es una búsqueda de las citadas sustancias. Se puede plantear una vida de búsqueda, de interrogantes, preguntas y respuestas, sin búsqueda de placer alguno, no importa que ello lleve al sufrimiento, pues las respuestas pueden no ser agradables, me refiero a la verdad. La constante de preguntas puede producir un estado de alerta contínua, que puede generar ansiedad, o tal vez el proceso sea el contrario.
Y ¿el altruismo?, dar sin esperar nada a cambio, absolutamente nada, muchos seres humanos lo ejercen ¿les produce placer? No creo que la Madre Teresa de Calcuta lo buscará ni lo encontrará, basta con leer su diario.
No somos títetes de nuetros neurotransmisores, ni de nuestros genes, ni de nuestro entorno, existe «algo más», en el ser humano, que hace a unos diferentes de otros, ni mejores ni peores, pero su capacidad de elegir, de llegar a caminar sólo bajo su moral, su libertad y hacer lo que realmente quiere. Conocer que cada decisión tendrá una repercusión, como la no acción y nunca sabremos que alcance tendrá, pero debemos asumirlo con responsabilidad. No somos títeres por naturaleza, otra cosa es que nos quieran sentir o hacernos títeres, pero por otros. Y es más no se busca la felicidad queriendo emprender un camino por parecer el mejor, sin la aprobación del grupo, social…..Un saludo.
Al declararse preso no hay que renunciar a la fuga. Pero hay que tener un buen plan. Lo cierto es que podemos escapar con mucha frecuencia de los impulsos, pero no siempre es fácil.
Lo primero es reconocer que, Houston, tenemos un problema. Si nos pensamos como «no animales» estamos en camino del desastre. La evolución no nos ha dejado como única herencia el raciocinio. El raciocinio es caro, en términos de energía, eficiencia y tiempo, y sólo suele operar en entornos nuevos. Lo barato es responder de modos estándar, ya prefigurados.
A no ser que haya existido un buen entrenamiento que nos ayude a afrontar esas situaciones nuevas. A mantener opciones abiertas. A poder elegir qué hacer y a saber cuáles serán las consecuencias. Y a ganar tiempo para ejecutar esa compleja tarea.
No, definitivamente, no. Estoy convencido que la libertad es un don de la educación en cualquiera de sus variantes (instrucción, imitación, descubrimiento…). Sin ella nos declararíamos, definitivamente, presos.
No creo que poseamos una moral de nacimiento, ni una libertad congénita. Al contrario, no me imagino a la evolución moldeándonos sin darnos posibilidades de respuesta inmediata. Lo ha hecho con todos los animales. Con nosotros también. No somos diferentes. Nos hacemos diferentes. Con un montón de trabajo.
la fabrica de estimulantes mas perfecta es nuestro propio cuerpo, comandada por nuestro maravilloso cerebro,este a su ves es indusido por medio de nuestros pensamientos concientes;inconcientes;eh inclusive nuestros recuerdos o sensaciones. atraves de todas estas cosas puedes lograr efectos estimulantes o sedantes jamas imaginados. solo requiere entrenamiento, formacion, la guia de un experimentado, y sobre todo buenas intenciones, la naturaleza y el cosmo no entiende de malas intenciones, lo que es simplemente es.
las drogas toman el mando por tí desiden por tí y se alimentan de tí. no se les permitas!.
crees que las consumes pero ellas te consumen.
¡Hola Diego!
Creo que estás completamente acertado. De hecho, las drogas existen porque imitan algo que tenemos nosotros, nuestras propias drogas. Que deberían ser suficientes. Ellas nos consumen, es cierto. Pero también nuestras drogas, endógenas, nos pueden consumir. Cuando alguien no nota suficientemente el subidón de las endorfinas (hay muchas personas que tienen pocos receptores para ellas) tienen que exponerse a situaciones fuertes para que el cuerpo las produzca. Y progresivamente más fuertes. Es el caso de los buscadores de riesgos.
O cuando perdemos la fuente de las endorfinas, experimentamos un síndrome de abstinencia bestial. Es el caso de los corazones rotos por desamor. Y te pueden llevar, si no se someten a buen control, a causar daños y dolor.
Las endorfinas son un arma de doble filo. En su justa cantidad están bien.
A Lola Fuentes: Sí, la madre Teresa de Calcuta sentía el placer de despojarse y dar «hasta que duela». A los demás, con los que en gral estoy de acuerdo, pero el que manda es el cerebro a travás de sus funciones psíquicas. El cuerpo responde en consecuencia. Ah! No todos somos iguales (salvo ante la ley). Tampoco lo son los otros animales entre sí.
¡Hola Silvia!
En realidad, el cerebro no ordena y el cuerpo cumple. No funciona el cuerpo así. El cerebro coordina información y casa intereses contrapuestos o coincidentes de diversos órganos. Pero, p.ej., el tejido adiposo da órdenes al cerebro a través de la leptina…
Y… la verdad es que no termino de estar convencido de que ser iguales ante la ley forme parte de la realidad, jejeje…
¡Un saludo!