Por qué tecnojardín ha dejado de gustarme

Esta entrada es bilingüe.

La Evaluación de los Ecosistemas del Milenio es un proyecto científico interesantísimo (no están cuatro amiguetes, no). Se trata de intentar satisfacer las necesidades de información útil, precisa y relevante que tienen los gestores.

The Millennium Ecosystem Assessment assessed the consequences of ecosystem change for human well-being. From 2001 to 2005, the MA involved the work of more than 1,360 experts worldwide. Their findings provide a state-of-the-art scientific appraisal of the condition and trends in the world’s ecosystems and the services they provide, as well as the scientific basis for action to conserve and use them sustainably.

¡Hombre! Creo que informar sólo a los gestores es incompleto. Porque los gestores, los políticos, responden a demandas de la opinión pública. A las cual, la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio no olvida, aunque no la ubica en lugar tan prioritario como a los gestores. Quizá no en los planteamientos, pero en la práctica es más difícil convencer a un científico de que elabore un mensaje para la opinión pública de que lo haga para un gestor. Eso puede generar disfunciones, pues los gestores no aceptarán tomar decisiones que, aunque bien fundamentadas, sean rechazadas por la opinión pública.

Bueno. Pues ese proyecto científico ha generado documentos muy interesantes. Entre ellos, los que describen hacia qué tipo de mundo estamos yendo. Y les han puesto nombre a esos tipos de mundo. Han detectado cuatro tendencias. Una de ellas es la que llaman tecnojardín.

Tecnojard?n

Te hablaba de él en «Todos los huevos en la misma cesta«. Te recuerdo que tecnojardín es el nombre que se ha puesto a un tipo de futuro. Un tipo de futuro hacia el que nos encaminarían toda una serie de decisiones políticas. En ese tipo de futuro, los seres humanos desarrollamos tremendamente la tecnología para producir los servicios que consumimos. Y son nuestras necesidades las que nos llevan a tomar decisiones sobre los ecosistemas. Lo que ocurre es que esas decisiones se tienen que tomar con herramientas. Y hemos elegido la economía como la herramienta. Especialmente, el mercado.

The TechnoGarden scenario depicts a globally connected world relying strongly on technology and highly managed, often engineered ecosystems, to deliver ecosystem services.

Mantenemos los ecosistemas, sí, los conservamos, sí, pero como factorías, como productores de servicios (agua limpia, aire puro, etc…). Se trata de un futuro en el que el ser humano ejerce un control tremendo sobre todo lo que sucede en el planeta.

Interest in maintaining, and even increasing, the economic value of these property rights, combined with an interest in learning and information, leads to a flowering of ecological engineering approaches for managing ecosystem services.

Ahora me he convencido de que no es viable.

Sería un sueño. Incluso un buen sueño. Si no fuera por lo que me han contado Berta Martín y Kenneth Arrow.

Tuve la suerte de poder asistir a un Curso de Verano de la Universidad de Almería  allí escuché la conferencia de Berta sobre evaluación de ecosistemas. Entre muchas y muy interesantes cuestiones, me alarmó el oír cuánto variaba el precio que la gente otorgaba a un ecosistema antes y después de obtener suficiente información. Podía duplicarse con facilidad.

O sea. Que la información sobre el ecosistema vale tanto como el ecosistema.

Me asusté.

Porque el tecnojardín está guiado por el mercado. Que es un sistema eficiente… ¡si se cumplen unas condiciones! No, que no se pueden cumplir. Que es imposible que se cumplan. Entre ellas la disponibilidad de información. De la información que, decía Berta, hacía variar tanto el valor del ecosistema.

Habitualmente no se cumplen las condiciones de buen funcionamiento de los mercados. Y les llamamos fallos de mercado. Como si los mercados pudieran funcionar bien.

No pueden.

Eso me lo contó (y a ti) Kenneth Arrow en su Teorema de Imposibilidad. Arrow mató a los mercados, pero lo que pasa es que los mercados no se han enterado que están muertos. Los mercados no pueden funcionar racionalmente. Es imposible, viene a decir. La información no fluye de modo suficientemente rápido, no está disponible para todos. Y, aunque lo estuviera, no podemos usarla. En realidad no lo dice, no dice que no y ya está. Lo demuestra. Con matemáticas. Los mercados no funcionan y no pueden funcionar eficientemente. Eso sí, pueden funcionar bien en algunas cosas, durante un tiempo. Y eso es casi peor. Porque terminan por funcionar mal tarde o temprano, y la sensación qe transmiten es que algo ha fallado, y que si no hubera fallado ese algo todo hubiera salido bien. O que si funcionan bien con algo lo harán con todo.

Así, dejar a los mercados las decisiones sobre los ecosistemas, tal y como están las cosas, es suicida (te recomiendo mucho el vídeo del enlace). Porque el mercado lo constituimos nosotros, somos nosotros tomando decisiones de consumo. Es verdad, hay información. Pero no basta que la haya. El usuario del mercado tiene que usarla. Y ahí está el problema.

Y, además, los mercados hablan de asignación eficiente de recursos escasos y susceptibles de usos alternativos. O sea, de cómo repartir los recursos para obtener lo mejor. Primero, habría que discutir qué significa lo mejor, para cuántos y en qué condiciones. Pero ahora quiero centrarme en el problema de «alternativos». Los ecosistemas no tienen alternativa. No se puede quitar un ecosistema para poner otra cosa. Porque son decisiones que no tienen marcha atrás. Un ecosistema es un entramado complejo, no recreable una vez perdido.

Intercambio

Un ecosistema no es intercambiable por dinero.

Lo que nos aporta se puede medir en dinero. Pero el ecosistema en sí no. Porque una vez perdido, perdido para siempre.

Vamos a tomar decisiones sobre el futuro, optando por un escenario u otro, con insuficiente información. Con insuficiente uso de la información. Y, curiosamente, cuanta más información disponible, más difícil hacer un uso correcto de ella.

It is shadowed by the risks inherent in large-scale human-made solutions and rigid control of ecosystems.

Los humanos estamos bien diseñados para aprender permanentemente. Pero estamos aún mejor diseñados para repetir lo aprendido. De hecho, preferimos repetir algo aprendido a reflexionar y aprender de nuevo. Porque aprender es una actividad cerebral cara y repetir es muy barata.

Y eso es un problema.

Los mercados no funcionan bien con mucha información, sino con buen uso de esa información. Y ni con esas, según Arrow.

De todas maneras, los mercados funcionarán algo mejor el día que todo el mundo asuma la necesidad de estar en proceso de aprendizaje educativo permanente.

Mientras tanto, ni tecnojardín ni nada por el estilo. No en mi nombre.

2 respuestas a «Por qué tecnojardín ha dejado de gustarme»

  1. Angel

    Tienes razón aunque debemos tener en cuenta que esos escenarios son sólo eso, escenarios. Estuve en una conferencia hace unos meses sobre el tema donde se planteaban cuatro escenarios, uno de los cuales era el tecnojardín. Aunque sea una sutileza, nadie debe creerse que un escenario es una opción real, es sólo una proyección ideal, un modelo, sometido a simplificaciones y probablemente a errores. En ese sentido, este tipo concreto de modelos no vale nada porque algunas de las variables de las que depende son, siguiendo tu planteamiento, inestables o afectadas por una incertidumbre inasumible. Probablemente su función real sea más llamar la atención sobre el problema que proponer una solución. Saludos.

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  2. José Luis Castillo

    ¡Hola Angel!

    Por supuesto que tienes mucha razón. Los cuatro escenarios son simplificaciones. La realidad participa de los cuatro. No son opciones disjuntas. Tú lo explicas muy bien cuando dices que son proyecciones ideales.

    Lo que yo quería era desmitificar la posibilidad de que las aportaciones del escenario tecnojardín sea posible que estén bien dirigidas. Que lo que se acierte en esa línea será por puro azar. Porque cada escenario conlleva una filosofía de toma de decisiones (además de una filosofía de relaciones humanas, de una filosofía de producción tecnológica, etc.).

    De hecho, estoy convencido de que muchos esfuerzos hacia tecnojardín («creced, multiplicaos y dominad la tierra y las aguas») es lo que nos ha traído a un problema tan gordo como el actual, en el que el margen de maniobra para salir sin daño del atolladero es muy reducido.

    Gracias por la aportación.

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