Todos sabemos lo que es un pez. Si nos piden un dibujo, haremos algo así:
Es decir, con aletas, capacidad de nadar, ojos a cada lado para cubrir más territorio y vigilar mejor, forma hidrodinámica para ofrecer la menor resistencia al agua durante su avance… Un pez, vamos.
¿Alguien dibujaría un pez con patas y cara plana, con los ojos hacia el frente? Qué pena que nadie lo haya hecho. Habría descubierto un nuevo tipo de pez.
¿Qué sentido tiene que los ojos se sitúen en el frente? Medir bien las distancias gracias a que se perciben bien las tres dimensiones. Y así, el cerebro puede contrastar lo que ve un ojo con lo que ve el otro. Casi lo mismo, pero no exactamente (prueba a abrir y cerrar alternativamente ambos ojos y comprenderás lo que quiero decir). Es lógico para un pez que no se dedica a nadar, sino que aprovecha los resquicios de una roca para apostarse y cazar. Un pez que nadara sí querría ver qué tiene a derecha y a izquierda. Éste no. Éste sólo se fija en lo que tienen enfrente.
¿Tiene sentido tener patas? Si quieres nadar arriba y abajo sí. Pero si vives entre huecos de las rocas del fondo, si quieres encajar bien en ellas…
Y es que cuando uno lo piensa, tampoco es un pez tan ilógico.
Ni él, ni un anfibio.