Hay varios.Y es que hay varias clases de corteza oceánica. No todo el fondo del mar es igual. Ni siquiera toda la corteza oceánica está bajo el mar.
Y es que el nombre de corteza oceánica es malo, muy malo. Muchos creen que es la corteza que hay debajo del mar. Vale, pues nos preguntamos una cosita. Hay un día de olas. Una ola avanza sobre la orilla, llega un poquito tierra adentro. Y retrocede. Y vuelta a empezar otra ola. ¿La tierra debajo de la ola es corteza oceánica cuando el agua la cubre y continental cuando se retira? ¿Uno segunditos oceánica, otros segunditos continental? Pongamos otro caso. El Sol comienza a brillar. Mucho. Tanto que evapora toda el agua del planeta. ¿Deja la corteza oceánica de serlo?
No, ser corteza oceánica es algo más serio que estar debajo del agua. Es haber sufrido toda una dinámica.
Para empezar, ser corteza oceánica es haber nacido en una dorsal. Ese es el primer tipo de corteza oceánica. Una dorsal oceánica. Se trata de un magma basáltico. Ser un basalto es una cosa muy seria. Es tener minerales silicatados, pero con abundante hierro, magnesio, calcio. Es tener bastantes más elementos que silicio. Es tener piroxenos y olivino. Es haber nacido de materiales del manto que han llegado a estar a unos 1.000-1.250ºC a no tanta presión como otras regiones del manto. Es haber sufrido esa combinación de temperaturas relativamente altas y presiones relativamente bajas, que han permitido que parte de la roca se funda y escape hacia el exterior del planeta, hacia la superficie, serpenteando por fisuras, hasta llegar y solidificarse. Como basalto. O solidificarse por el camino. Como gabro.
Las dorsales, el lugar donde nace la corteza oceánica, son un lugar delgado, muy fino, donde las capas internas del planeta están cerca, muy cerca de la superficie. Le dan al planeta un aspecto de pelota cosida. Como una pelota de béisbol (baseball).
De hecho, las dorsales son uno de los límites, una de las fronteras que delimitan las placas tectónicas.
Todas las dorsales del planeta están interconectadas y forman un costurón de 70.000 kilómetros de largo, salpicadas de saltos laterales, llamadas fallas transformantes, en las que no hay continuidad, sino que la dorsal se desplaza lateralmente. Como si una fuerza inmensa hubiera roto la dorsal en un punto y hubiera apartado un trozo de otro. Y de hecho, así ha sido. Porque la Tierra no es plana, sino esférica. Y eso hace que las placas litosféricas, curvadas, no se expandan en todas sus regiones a la misma velocidad. La tensión acumulada termina por romper la línea de la dorsal en diversas partes. Las fallas transformantes representan esos puntos débiles, esos puntos de discontinuidad.
Las dorsales son grandes cadenas montañosas. Dos, de hecho. Con un valle interior llamado rift. Y son dos porque el basalto recién creado, o los gabros, se pueden ir hacia la izquierda o hacia la derecha. Así de fácil.
Hasta ahora te he contado las dorsales como si todas fueran iguales. Y no es así. Hay dorsales rápidas, que fabrican más de 80 mm de suelo cada año, y las hay más lentas, que fabrican menos de 50 mm al año, incluso menos de 12 mm cada año. ¿Adivinas? Por supuesto que hay dorsales intermedias. Y son diferentes. La estructura de las dorsales rápidas es más delgada, pero también más clara, con más diferencia entre las capas, con la discontinuidad de Mohorovicic (Moho para los amigos) muy neta. La de las lentas es más difusa. En ellas, Moho es una región de transición de hasta 1 Km de grosor. Pero, además, la topografía es mucho más suave en las dorsales rápidas, dejando para las lentas las montañas de mayor pendiente y el rift más estrecho. Las cámaras magmáticas bajo las dorsales rápidas son mucho mayores, mientras que en las dorsales lentas hay regiones que, incluso, carecen de cámaras magmáticas, y que, como mucho, reciben intrusiones episódicas (de cuando en cuando, vamos).
Pero ser una dorsal, rápida o lenta, no es la única manera de ser fondo marino. Porque un basalto, o un gabro, orgullosos de haber nacido allí, de ser especiales, termina por ser empujados por los nuevos que aparecen (y, como verás en un momentito, tirado por los que está muriendo). A esas fuerzas de empuje y tirón les llamamos fuerzas tectónicas.
Cuando son desplazados de su lugar de origen se convierten en llanuras abisales. Zonas planas, muy planas, las más planas de la Tierra. Apenas muestran una pendiente del 0’3%. La región más extensa del planeta (el 38% del total de la superficie). Se han convertido en basaltos como muchos otros. Han dejado de ser especiales. Y no sólo eso. Encima, conforme van siendo alejados por el empuje y el tirón que te decía hace un momento, conforme se alejan de su lugar de nacimiento, se acercan a algún continente. Que les tirará encima cada vez más sedimentos. Más cuanto más cerca. Y más cerca cuanto más tiempo haya pasado desde que nacieron. Cuanto más viejos, más grosor la capa de sedimentos sobre ellos.
Los basaltos y gabros que forman la corteza oceánica permanecen hasta unos 200 millones de años en las llanuras abisales. Ojo, que he dicho «hasta». Hay basaltos que duran menos. Todo depende, tanto de que sea una dorsal rápida o lenta, como de que esté más cerca o más lejos del continente. Para llegar a vivir 200 millones de años, la dorsal en la que nacieron los basaltos y gabros tendría que estar en mitad de un amplio océano y no ser muy rápida. (Algunas regiones, muy confinadas, muy localizadas, pueden llegar a 240 millones de años).
Durante todo ese tiempo, tan aburrido, tan todo igual, puede ocurrir, de cuando en cuando, algo interesante. Que, de pronto, sin haber ninguna dorsal, salga magma del manto. Puede ser una emisión puntual. Que forma una isla volcánica (si sobresale) o una montaña marina (si no). Pero, recuerda, la corteza no está quieta, sigue avanzando. Y se lleva la isla (o montaña), dejando sitio para que se forme otra. Y otra. Y otra. A ese sitio donde se forman islas (o montañas) al pasar la corteza oceánica sobre él, a ese sitio le llamamos punto caliente.
A veces el punto caliente es muy bestia. Muy, muy, muy bestia. Tanto que forma una erupción volcanica masiva. Y masiva quiere decir masiva, masiva de verdad. Como los traps de Siberia (un par de millones de Km3), los traps de Deccan («sólo» medio millón), o la meseta Ontong-Java (del tamaño de Alaska). Estas erupciones masivas pueden crear pequeños bloques, llamados terranes, que, cuando llegue el viaje de la corteza oceánica hasta un continente, los empotren contra él y así lo hagan crecer. Esto se llama acreción continental. No suceden muy a menudo, por suerte, porque emiten tanto magma que los gases que lo acompañan alteran el agua y la atmósfera. Tanto que pueden provocar extinciones. También masivas.
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Se acerca el final. Se acerca otro tipo de fondo oceánico. Se acerca la fosa abisal, también llamadas trincheras. Se acerca el lugar donde choca la corteza oceánica a la continental (a veces también a otra oceánica).
Esas regiones, las más profundas del planeta, se corresponden con el lugar donde los basaltos y los gabros dejarán de ser basaltos y gabros. Porque las fuerzas de choque y compresión los convertirán en rocas metamórficas (muy pocos de ellos, en realidad). O porque los fundirá, mezclados con agua y sedimentos.
Y parte de ese fundido se convertirá en los granitos que forman las montañas volcánicas que jalonan esas regiones de choque. Esas montañas donde mueren los basaltos y los gabros, al menos en parte, pero donde nace la corteza oceánica.
O los meterá hacia el interior de la Tierra, para devolverlos a lugar de donde vinieron. Al manto. Mediante un proceso llamado subducción. Que tirará del resto de la corteza oceánica para que nuevos basaltos puedan nacer.
Hay un tipo de fondo, llamado cuenca trasarco, del que te hablaré otro día.
Perdón por no haber usado la palabra litosfera. Hubiera debido. ¿Sabes por qué?
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ea ya he aprendido algo nuevo hoy