Nacimiento, vida, muerte de un paradigma

Cuando se estudia algo por primera vez, hay pocos datos reunidos, o no se entiende bien. O faltan técnicas para observarlo con eficacia. Surgen entonces muchas ideas que aspiran a poder explicarlo. Ideas que son candidaos a paradigmas (oye, que si esto te suena raro, quizás estaría bien que te pasaras por » Paradigma » donde te contaba lo básico que he aprendido yo sobre ese tema, y que luego vuelvas por aquí). Y esos candidatos a paradigmas, te decía, compiten entre sí. Pero pasa el tiempo y vienen los datos, poco a poco, pero sin parar. Eso depura las ideas, los candidatos a paradigma . Elimina muchos, fusiona otros, apoya algunos.

Fuente: http://tinyurl.com/ydmvrcm

Al final, sólo puede quedar uno. Jejeje… Como en una buena película con un mal actor (bueno, en realidad solo la primera mitad de la película me gustó).

Ese uno que triunfa parece explicar suficientemente bien el problema, el objeto que estamos estudiando. Y es aceptado por la mayoría.

Es el primer paradigma.

Y a partir de ahí, según cuenta Thomas S. Kuhn, la ciencia se convierte en una actividad que se resiste al cambio. El primer paradigma ha venido para quedarse. Tanto como pueda. Y la ciencia se resiste al cambio porque está hecha por personas. Personas que se han formado, que han invertido mucho tiempo en aprender algo y usarlo. Y que no quieren que cambie porque cambiar significaría perder mucho de lo que se ha trabajado. Algo que no le gusta a nadie.

Y es que ningún paradigma nace perfecto. Todos contienen anomalías, situaciones que no se explican bien con ellos. Es verdad, funcionan en la mayoría de las situaciones, pero lo más habitual es que no en todas. Y aunque el paradigma no nace perfecto se acepta. Porque tiene éxitos. Y se acepta mientras tiene éxitos. Mientras es capaz de explicar cosas y más cosas. A la espera, a la esperanzada espera de que alguien tenga una feliz idea y las anomalías queden resueltas sin abandonar el paradigma.

Esto es lo que se llama ciencia normal. Los científicos ponen a prueba el paradigma una y otra vez. Buscan situaciones en los que se pueda aplicar y comprueban si efectivamente funciona, si efectivamente explica lo que ocurre. Muchas de esas situaciones funcionan, en muchas de esas situaciones el científico o la científica tienen éxito. En algunas no. Y así van engordando la lista de éxitos, pero también la de anomalias.

Y conforme más se sabe, conforme más éxitos hay, pero también más problemas descubrimos. Problemas que captan cada vez más la atención de otros científicos. Problemas sobre los que hay cada vez más información, problemas que hay que ir resolviendo, problemas que no se resuelven bien pensando, actuando, midiendo del modo en que lo hace la ciencia normal. Mientras el paradigma sea útil, mientras proporcione éxito a los científicos, todo va bien, a pesar de las anomalías, sí, pero…

Pero puede llegar un momento en que el paradigma se estanque. Y no suministra más éxitos. Entonces son las anomalías las que copan el interés de los científicos. Esas situaciones en las que el paradigma no funcionó. O puede que, aunque el paradigma no se haya estancado, las anomalías supongan un reto muy atractivo. Un reto que, quien lo venza, consigue reconocimiento, prestigio.

En cualquiera de los casos, se empiezan a relajar las reglas del paradigma. Se empieza a probar con otras opciones (otras teorías, otros instrumentos, otros protocolos de trabajo). Se hace ciencia no normal.

Si triunfa esa especie de cruzada contra las anomalías, las teorías o los métodos o los protocolos o los enfoques o las ideas que se usaron se tendrán que aceptar, se tendrán que integrar en el paradigma. Pero, ¿qué ocurre si hay alguna incompatibilidad? Pues surge una revolución científica. Dos paradigmas se enfrentan entre sí. Se reestudia todo lo que el viejo explicó a la luz del nuevo. Y si el nuevo tiene éxito, el viejo se abandona. Eso no pasa de un día para otro. Bueno, a veces pasa muy rápido, pero lo normal es que lleve su tiempo. Porque, te recuerdo, la ciencia la hacen personas. Y nadie quiere renunciar al trabajo de su vida, nadie quiere afrontar que hay modos nuevos y más exitosos de explicar las cosas.

Es curioso. La ciencia promueve el cambio, pero también se resiste a él. Esa lucha está bien, porque abandonar un paradigma es una cosa muy gorda y sólo debe hacerse cuando realmente merece la pena. Pero también hay que saber que hay momentos de cambio, en la que hay que abandonar mucho de lo logrado y avanzar hacia nuevas metas.

¡Qué gracia! Como en educación…. Y es que en educación, creo, han llegado tiempos de cambio. Porque no proporciona el éxito que proporcionaba. Esa es la condición de cambio. En la ciencia y en todo.