Premisa 1: donde hay algo que comer, hay algo que se lo come.
Premisa 2: una bacteria sabe comer sólo unas pocas cosas.
Premisa 3: hay muchas bacterias, muchísimas.
De donde se deduce que hay muchas bacterias que comen muchas cosas distintas. Luego, lo normal, es que ese algo que se come lo que hay disponible suela ser una bacteria.
Seguro que no está bien formulado desde el punto de vista de la lógica, pero lo que quiero decir es: las clases de bacterias son tan variadas como las clases de comidas.
Y las clases de sustancias que una bacteria se ve obligada a fabricar para vivir allí donde hay algo que comer. Que puede ser un sitio tan puñetero como los glaciares polares. ¿Por qué vivir ahí? Porque hay algo que comer que merece la pena, que da más energía de la que exige consumir para lograrlo. Aunque sea una brizna. Otra cosa es todos los trucos biológicos que hay que poner en marcha para sobrevivir allí.
Jorge Barrero cuenta una historia bonita sobre una bacteria que vive en la Antártida: Pseudoalteromonas antarctica. Y de una sustancia que fabrica que le permite aguantar. Una proteína anticongelante. Que podemos aprender a utilizarla.
Hay otro sitio raro donde vivir y cosas raras que comer allí: sobre monumentos cercanos al tráfico rodado. Si lo piensas despacio no es tan raro. Lo que suelta un coche (o un autobús o una moto, qué más da) aún contiene mucha energía. Se puede aprovechar. Si uno es lo suficientemente resistente para pegar bocados a tanto veneno como le acompaña. Y yo estoy convencido de que, lo que fabrique para poder vivir ahí, o lo que fabrique después de comer los restos de emisiones de automóviles, serán interesantes.
Otro lugar llamativo sería una charca de agua hirviendo. Un géyser, p.ej. Allí econtraron a Thermus aquaticus. Y a sus proteínas. Que funcionan bien a altas, muy altas temperaturas. Lo que hace a estas moléculas especialmente aptas para su uso en laboratorio, en condiciones menos restrictivas que las habituales para los seres vivos. En concreto, una de sus proteínas, una polimerasa de ADN (que sirve para fabricar ADN a partir de ADN) ha sido muy útil para la ingeniería genética (ha aumentado la velocidad a la que se puede trabajar en laboratorio copiando el ADN, o reacciones PCR). Es decir, también ha sido muy útil para los poseedores de las patentes que cubre su uso. Porque se puede patentar. Y generar una guerra económica de primer orden.
Los países deberían incluir en su política de I+D+i la microbiodiversidad. Especialmente buscando en lugares raros, donde haya algo que comer, que merezca la pena, pero que sea difícil. Allí habrá bacterias que habrán resuelto un problema, algún problema. Y podríamos aprovecharnos de ellas.
A ver si esta vez no es sólo unos pocos. A ver si esta vez es todos.