Llevaba tiempo callado. Bueno… poco, la verdad. Mucho en el blog, poco en twitter y facebook. Llevaba tiempo callado (mucho o poco) porque no sabía por qué estaba hablando. No sabía si era postureo lo que hacía. O una manera de animar la evolución personal y profesional de un tal José Luis que crecía conforme escribía (a modo de «tengo que cumplir con lo dicho, me he comprometido en público…»). O desahogo. Había perdido un poco el por qué y había entrado en un modo algo automático. Publicaba cosas porque antes publicaba cosas.
Pero ahora ya lo sé.
Hablo porque quiero hablar. Hablo porque quiero escuchar. Hablo y escucho, no como herramienta, sino porque soy así.
Siento esa necesidad de comunicarme con gente. Gente que es real, aunque esté a kilómetros, o aunque su relación conmigo no sea estrecha, o aunque lo sea pero no nos veamos mucho, o aunque no nos conozcamos. Gente que coincida con algo de lo que digo. O discrepe. Gente a la que mi idea le sirva y la quiera para sí. Gente que quiera contestarme y seguir hablando conmigo. Gente para la que no soy ruido. Estoy interesado en esa gente. En quien quiere un rato de conversación. Personal, profesional, política, social… Yo no distingo. Estoy en las redes para conocer a esa gente que habla. Y cuidarla y dejarme cuidar; y quererla y dejarme querer; y así crecer y ayudar a crecer. Con palabras. Con verdades. Con preguntas. Escribir y hablar es mi modo de hacer todo eso, es mi forma de ser, de crecer, de evolucionar. Hablar y escribir me hace libre y me ayuda a dar libertad a otra gente.
Eso no significa que no le dé uso a la comunicación, que no la emplee como herramienta, aunque sea una esencia.
A mí me sirve para dos objetivos. Uno, aclararme al verbalizar; escribir es una manera de pensar (al menos yo). Y, dos comprometerme; lo escrito tiene que cumplirse, tiene que ser verdad porque la credibilidad es el elemento esencial de mi marca personal en las redes.
Si para ti significo ruido, apágame. Si para ti soy alguien con quien hablar, léeme y dime. O haz las dos cosas, un rato una, otro rato otra. Tú eliges qué y cuándo.
El silencio ha sido útil para saber por qué hablar. Pero el silencio tiene significados menos claros que la palabra. El silencio no es esencia, no es modo de ser (no para mí); solo herramienta. El silencio no me conecta, solo me desconecta. Puede serme necesario, a veces, pero no permanente. Se me ha acabado el silencio ahora que sé por qué decir. Se me ha acabado hasta la próxima vez que lo necesite. Ahora toca hablar. Cuando tenga algo que decir, claro… 😉