Nunca he creído eso que dicen los libros. Primero viene A, luego sucede B, y así. En vez de eso, lo que suelo ver es que todo ocurre mezclado. Los libros lo dividen para ser claros, no para ser reales. Son errores cometidos a conciencia. Ahora que me dedico a explicar lo entiendo bien. Y lo hago todos los días. Miento todo lo que puedo para ser claro.
Por eso nunca me había creído del todo una serie de procesos relativos al procesamiento de la información en la célula. Siempre había visto la transcripción en el tema del núcleo. Luego la traducción unida al retículo endoplasmático. Y en otro tema, normalmente en la membrana, la transducción de señales. Como si fueran cosas separadas. Ahora doy un paso más y aprendo algo que no sabía. Cómo se relacionan transcripción y traducción. Es un paso más. Todavía no he acabado de aprender. Me faltan cosas. Pero hoy, una menos.
Es verdad que me faltan los detalles, pero empiezo a comprender el mecanismo básico.
Y ahora, a mentir, para poder explicar cómo yo lo he visto.
La transcripción es un proceso de síntesis de ARN a partir de ADN. Es el proceso gordo de la infomación. Y no es uno, son muchos. El ADN tiene un papel más pasivo de lo que creemos si sólo nos fijamos en su esqueleto de bases. Pero si le añadimos las marquitas de metilación, la fosforilación de histonas que es de quita y pon, la interacción con las proteínas de la cara interna de la membrana nuclear, tenemos una nueva. Que conocemos un código genético, el de la equivalencia de bases a aminoácidos. Pero que me faltan más códigos todavía. Que el lenguaje de la célula es superpuesto y variado. Que no es un único lenguaje. Igual que nosostros, cuando hablamos, también gesticulamos, entonamos, miramos. Hay más.
En concreto. Antes de que se una la ARN polimerasa II (Pol II en lo sucesivo) al ADN hay muchos lenguajes en marcha que dicen cómo deben ser las cosas. Pero una vez que se ha unido, hay otro lenguaje, hablado en un trozo de esa Pol II, llamado CTD y hecho de serinas fosforiladas. Y dice cómo será el ARNm. Lo cual tiene que ver con un proceso posterior, el de maduración (splicing; en inglés significa más que maduración, significa «corte y empalme», así que adoptamos el barbarismo-neologismo, porque tiene sentido). Splicing decía. El splicing es una actividad celular que quitará al ARNm lo que le sobra para dejar lo que debe leer el ribosoma. Y ahí llega la traducción. Y ese es el único lenguaje que de verdad conocemos, el de la equivalencia entre tripletes y aminoácidos. Le hemos llamado código genético. Pero tendríamos que llamarle código genético 1, o código genético de traducción. Fíjate todo lo que ha habido que hacer para llegar aquí.
Hoy nos fijamos en el CTD y su lenguaje de serinas fosforiladas. Se llama CTD (carboxyl-terminal-domain) al extremo carboxílico de una proteína. Todas las proteínas tienen su CTD. En algunas es muy complejo, en otras tan sencillo como el último aminoácido. En la Pol II hay un CTD complejo, con capacidad de guardar mensajes. Se trata de un CTD construido a partir de repeticiones de una secuencia básica: Tyr-Ser-Pro-Thr-Ser-Pro-Ser. En humanos, esa secuencia de siete aminoácidos se repite 52 veces (total 364 aminoácidos). En levaduras «sólo» está repetida 26 veces. Como puedes ver, en las posiciones 2, 5 y 7 hay serinas, un tipo de aminoácidos. Esas serinas pueden, o no, llevar unidos grupos fosfato. Se dice, entonces, que están fosforiladas, o no. Ese es el lenguaje. Qué serinas están fosforiladas. Es un lenguaje de dos letras (sí, no) en tres posiciones. En teoría (todavía se está investigando) da para ocho mensajes (23; o sea, letrasposiciones). Con la información que hay en él se conectan sucesos del núcleo, referidos a señales recibidas desde el exterior, con la síntesis del ARNm. Y la información de las serinas fosforiladas no es la única. A las prolinas también les pueden pasar cosas. Y dan para cuatro mensajes (hay dos prolinas con dos posiciones cada una, 22). Total teórico, 32 mensajes. Muchas letras para un código. Eso, sin contar con que hay 52 repeticiones del mensaje, y que, en realidad, se lee de siete en siete repeticiones. Y que hay siete bloques de siete. O sea 32 x 7, 224 mensajes.
¡Uf! Parece complicado.
No tanto.
Ese código sería como una serie de bombillas de colores (en humanos 52 series), con la 2, la 5 y la 7 del mismo color. Y la 3 y la 6 de otro, pero iguales entre sí. La 1 y la 4 están fundidas siempre. La ristra de bombillas está sobre un árbol de navidad, con sus paquetitos con lazo debajo. Las series se encienden de siete en siete y forman siete letras (52 entre 7 series da 7 letras; me llevo 3, pero esas no cuentan, por ahora). En 52 hay 7 letras y cada una tiene 7 series (heptámero). Y según qué esté encendido o apagado van llegando los diferentes miembros de la familia a recoger sus regalos al arbolito. Que da la casualidad que todos tienen nombres de siete letras (¡sí, ya sé!, lo de la familia con nombres de siete letras es rebuscadísimo).
Hoy te cuento sólo que existe ese código. Otro día te hablo de cómo se conectan esas dos cuestiones: qué ha pasado fuera con cómo será la estructura del ARNm. Qué proteínas se unen ahí, cómo lo hacen. Sólo un dibujito para que te hagas una idea de lo complejo que es el mundo celular. El mundo de los 100 billones de células que hay en tu cuerpo. El mundo de lo que ocurre en cada una de ellas miles de veces al día. Sin que te enteres y sin que sepas lo que es. Pero sucede.
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