![]() |
Fuente |
El libro ha sido, sobre todo desde la imprenta, la manera en la que nos hemos comunicado. Y ha cumplido un buen papel, sin duda. En la ciencia, especialmente.
Al inicio de una ciencia, cada investigador tiene una visión particular de lo que debería ser. Y tiene que escribir grandes libros, hechos a veces de muchos tomos, para explicarse. Porque la ciencia está en sus inicios y no puede hacer referencia a muchas ideas compartidas. Se ve obligado a contar «su» ciencia desde los cimientos.
Pero conforme la ciencia avanza y se impone un paradigma, los libros adquieren otra función: recoger lo básico, lo que es común, lo que está aceptado. En cuanto a ideas y a métodos de investigación que han generado esas ideas. Y nace el libro de texto para cumplir con eso. A partir de ese momento, los investigadores no tienen que contarlo todo, sino solo lo más nuevo. Se pasa de una ciencia individual a otra más colectiva. Con los libros de texto recogiendo el acervo común. Así, la formación de los futuros investigadores finalizaría cuando conocieran el contenido de los libros de texto y pasaran a investigar la realidad por su cuenta, añadiendo cosas.
Y la comunidad científica deja de comunicarse entre sí mediante libros para hacerlo mediante artículos en revistas científicas. Es decir, se pasa obras extensas a obras intensas. En las cuales se examina, con un nivel altísimo de detalle un fenómeno nuevo que encaja en el paradigma, o una aplicación nueva del paradigma a algo conocido anteriormente, o la resolución de una anomalía, o la aparición de una anomalía, o una nueva manera de obtener información relevante… Así, el libro de texto ya no es útil para exponer la ciencia particular de un investigador, pero sí que puede exponer la ciencia compartida por todos. Los artículos se ocupan de las cosas nuevas que ensanchan el paradigma o lo desafían, mientras que en el libro de texto aparece la versión estable del paradigma.
Pero que el libro de texto haya sido útil para la formación de los nuevos científicos no quiere decir que sea una buena idea usarlo para todo.
Se ha pensado que el libro de texto pudiera ser una herramienta también útil en la formación básica de la población. Y se ha demostrado, una y otra vez, su fracaso. Y lo que es peor. Se ha venido seleccionando a la población en función del conocimiento que se supone adquirido de los paradigmas a través de los libros de texto. Y digo supone porque los medios de verificación han sido meras repeticiones del paradigma o sencillas (o no tanto) aplicaciones de sus conceptos básicos a situaciones definidas, con una única respuesta válida.
Es decir, que algo que nació con un sentido (transmisión de los paradigmas de una ciencia), ha sido usado para otro destino completamente distinto (como única herramienta educativa y como principal herramienta de la clasificación de las personas).
![]() |
Fuente: Zonageek |
El libro de texto da lo que da: el estado actual de un paradigma. Es decir, se centra en el pasado. Pero no dice nada del futuro. Y, además, suele obviar los caminos por los que se ha llegado a ese paradigma, lo que puede llevar a creer que ese es el único posible. Además, raramente los libros de texto son interdisciplinares, no mezclan ideas de varios ámbitos. No es su función. Y tampoco se ocupan de promover talentos distintos de los requeridos para formar investigadores. No hablan de expresión corporal y artística, tomas de decisiones complejas que requieran integración de informaciones, cambios de opinión ante mejores evidencias, sistemas para compartir y reutilizar lo compartido por otros, no incluyen nada respecto a cómo aplicar las ideas a situaciones nuevas o de nuevas maneras… Tampoco es su papel.
La escuela se ha apropiado de una herramienta que no era suya y la ha usado mal. Ha usado un martillo como calzador. Eso no quiere decir que los libros de texto sean inútiles, como tampoco lo es un martillo. Es la (pésima) consecuencia de diseñar el sistema educativo entorno a disciplinas, entorno al detalle.
Muy probablemente cada rama del saber seguirá necesitando sus libros de texto. Y muy probablemente, quitando los libros de texto de la educación terminaremos promoviendo su buen, pero limitado, uso: transmitir paradigmas ya asentados, que miran al pasado pero no dicen nada del futuro. Porque el futuro es de las interacciones, y de la innovación, y del liderazgo, y de la flexibilidad mental, y de la creatividad… Y eso no aparece en los libros de texto.
Muy acertado tu artículo y la cereza del pastel sería un pensamiento de David Warlick:
«Las sillas anclaron a los estudiantes
El pizarrón ancló al maestro
Los libros de texto anclaron el contenido
Las calificaciones anclaron la atención de los alumnos y familias
Enseñar lo mismo, cada año, del mismo modo, ancló el concepto de lo que es un maestro”.
Un saludo y gracias por compartir.
Vivimos en un paradigma educativo mientras las tecnologías de la información son herramientas que los maestros no saben y muchas veces no quieren entender. Quienes aún enseñan con el libro de texto a la letra se han quedado atrás.