Las vacaciones de Semana Santa

Estoy completamente en desacuerdo con estas vacaciones. No con que exista una época vacacional entre Navidad y verano, no. ¿Cómo voy a estar en desacuerdo? No que haya más días de trabajo, no. ¡Tendría menos tiempo para mí, para mi gente, para ir de cañas y tomar tapas! No. Estoy completamente en desacuerdo con la ubicación de las vacaciones.

No quiero unas vacaciones variables.

Este año los alumnos han salido muy perjudicados en forma de agobios. Presentes y futuros. Apenas han pasado diez semanas de curso. Y nos quedan aún otras trece. Hemos partido el semestre de manera asimétrica. Y eso, los alumnos lo notan. Y mucho. Este trimestre ha agobiado por corto. Tiene que haber resultados en la novena semana para efectuar las juntas de evaluación en la décima. Normal que se hayan agobiado. Y ahora tienen, en el siguiente trimestre, un lapso de tiempo largo, muy largo, en el que llegarán al final hartos de tantos días seguidos.

Las vacaciones entre enero y junio deberían tener una posición fija. Por el bien de los alumnos.

Yo traté de cambiar mi metodología hace tiempo para que no me afectara esto. Me adapté a una forma de trabajar en la que, en cualquier momento, cualquiera, me pueda pedir una nota. Es un poco rara.

Verás. Parte de una idea. Nunca entendí porqué un alumno puede aprobar con la mitad de los objetivos conseguidos. Quiero decir, con 10 en algunas preguntas y 0 en otras. Yo quiero que lo apruebe casi todo (me vale el 80% de los objetivos). Lo que hago es que le doy al alumno, a principio de curso, una lista con todos los objetivos que tiene que saber, desglosados tema a tema. Y, desde principio de curso, todos los exámenes de mi materia están programados. Se hace un ejercicio de evaluación cada cierto tiempo (normalmente quince días, hacia final de curso cada semana, si alguien va mal y necesita más también cada semana). Cada alumno se examina de lo que quiere. Lo que se aprueba queda aprobado para siempre. Lo que se suspende se repite. Las veces que sea necesario. Aunque sea una pregunta. Sólo doy el tema por aprobado cuando ha superado el 80% de las preguntas. Y las suspensas cuentan como 0. Aunque tengan un 4. Las preguntas suspensas no forman nota. A cambio de tanta exigencia, guardo cualquier nota aprobada todo el año y el número de veces que puede realizar un ejercicio es indefinido. Tantas como quiera. Pero eso sí, formo la nota a partir de un ritmo de trabajo preestablecido (para cada tres semanas se ha de aprobar un tema del libro de texto). Que se puede personalizar, claro está.

Yo le llamo aprobado por aburrimiento.

Eso ha cambiado mi forma de explicar. Ahora voy por detrás de los alumnos. Ayudándoles a preparar el examen (eso es lo que ellos perciben). Ajustando sus ritmos, aclarándoles dudas, facilitándoles herramientas para adquirir la información, estableciendo conexiones entre unas cuestiones y otras (eso es lo que ellos no perciben). Porque cada alumno termina por llevar un tema distinto al de la mayoría de sus compañeros. Y eso me facilita crear conexiones. Entre los varios temas y con otras materias. Este sistema de evaluación ha enriquecido mis clases con las conexiones. Y los que escuchan una explicación de un tema en el que no están, todavía, adquieren información para cuando lleguen a él. Y los que la escuchan y ya estuvieron, ya lo aprendieron, repasan y ven las ideas a la luz de nuevas conexiones. Luz nueva convierte idea vieja en nueva.

Y creo que tiene un valor. Mucha gente me dice que pierdo tiempo para explicar. Yo creo que un examen, donde el alumno no tiene la presión del todo o nada, que sabe que si no lo aprueba puede acudir otro día en busca de su nueva oportunidad, un examen de ese tipo se convierte en una explicación. Esos días explico a través de preguntas.

La verdad, me está dando un resultado fabuloso. Mucho mejor de lo que yo esperaba.

Porque respeta ritmos. Hay alumnos que van más rápido y tienen el curso solucionado pronto. Eso significa que puedo dedicarles menos tiempo (no que me preocupen menos) y puedo concentrarme en los que tienen dificultades (para darles una atención personalizada). Tengo tiempo en el aula para ellos.

Por supuesto no abandono ni aburro a los que logran la meta con anticipación. Les ofrezco nuevos territorios. Les ofrezco aprender nuevas habilidades. Les propongo que desarrollen capacidades comunicativas. Que aprendan a hacer un vídeo corto (esta idea, para mí, es reciente; la he visto en La Luna es mi lugar, de Karina Crespo, y me ha encantado), que aprendan a hacer una pequeña presentación de diapositivas virtuales, que aprendan a comunicar sus ideas mediante un blog. Tampoco quiero agobiarlos. Sólo llevarlos a nuevos territorios, que habitualmente no pisan los alumnos, concentrados como están en aprobar.

Pero quienes no se han terminado de adaptar son los alumnos. Ellos todavía piensan en los tres momentos en que rinden cuentas a sus padres. Y piden exámenes. Para poder aprobar. Está bien, acelera el proceso. Pero ojalá esto cambiara. Ojalá no hubiera juntas de evaluación. Ojalá pudiéramos mandar información sobre el alumnado a sus familias en cualquier momento con la misma precisión de una junta de evaluación. Los ritmos serían más fluidos, habría menos agobios.

Pero no ocurrirá así mientras no cambien las ideas que sobre evaluación tiene la administración educativa.

Mientras la mitad de un semestre sean 10 semanas.

¡Qué barbaridad!

10 respuestas a «Las vacaciones de Semana Santa»

  1. Eugenio Manuel

    Jopetas tío, eres un crack. Este año he hecho algo con vídeos en tercero de eso. Se trataba de diseñar un experimento y explicarlo delante de una cámara; con sus materiales, su metodología, etc. Ha salido bien y lo vamos a refinar.

    Sigue así.

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  2. José Luis Castillo

    Yo busco que ellos hagan eso, pero por sí mismos. Que usen el vídeo del móvil para explicar una idea corta, clara, sencilla, sin aspirar a complicarse la vida. Si quieren complicarse, que hagan un segundo vídeo. Y que lo cuelguen. Para que sus iguales, y muchos otros (¡espero!) los vean y los valoren. Así ellos sabrán si están avanzando bien más allá de lo restringido que se queda el proceso de evaluación alumno-profesor.

    Para que veas lo que te aprecio digo cosas de estas ¡¡¡¡estando en vacaciones!!!! 😀

    Un saludo y que se den bien estos días.

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  4. Sergio

    Sugerente metodología. Me gustó lo de: Ahora voy por detrás de los alumnos. Intuyo algunas limitaciones pero estoy seguro que tú las has superado.

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  5. Javier G. Calleja

    Hombre, yo que soy semana-santero prefiero las vacaciones en estas fechas (aunque sean variables y ciertamente es un poco de lío.
    Lo que más me interesa de tu artículo es ese sistema de evaluación del que hablas.
    (Yo a mis alumnos de 3º de la ESO así con la boca pequeña, casi para que no me oigan más que los cafres, les digo que vais a aprobar «queráis o no», por «cojones» -claro, esto no lo digo en el aula, sino cuidando bien con quien hablo, que sino sería demasiado grosero).
    Me ha gustado tu frase de aprobar por aburrimiento, porque intuyo que es la misma idea que intento transmitirles. ¡Que bueno tenemos muchas coincidencias en la materia!

    Me gustaría que profundizases un poco en el método que empleas… ¿no es mucho pedir un artículo «a la carta»?

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  6. José Luis Castillo

    Voy a preparar algo sobre la evaluación que sigo con más detalle. Porque sí que tiene limitaciones. ¡Pero me está funcionando! Mi miedo es que se convierta en algo muy memorístico y trato de evitarlo con preguntas variadas, en las que combino desarrollo de conceptos y vocabularios (más memorísticas) con razonamiento (por qué, por qué no), relaciones (qué tiene que ver, dónde aparece en tu casa), gráficos (algo así como jugar al pictionary) y problemas (si se da el caso).

    Y la principal limitación es el miedo de los alumnos y de las familias al suspenso. Hasta que se acostumbran. Hay un punto, que viene a ser febrero o por ahí, en el que la mayoría se han acostumbrado y lo trabajan muy bien. Este año, en 1ºESO, de una clase de 30, tengo a 12 que ya han superado el curso. ¡Tiene trampa! Porque estoy en un IES en el que los alumnos tienen altísima motivación y mucha capacidad y apoyo de sus padres. ¡Vivo en el paraíso! Pero vengo de otro en el que había casi un 40% de inmigración, con fracaso y abandono que rondaba el 70%. Y allí fue dode desarrollé el sistema. Y, por lo menos, conseguía más resultados que muchos de mis compañeros de aquella época. De hecho, me inventé el tinglado por el problema que suponía tener en clase, no ya tres niveles, sino seis o siete niveles.

    Ya lo cuento con más detalle en una entrada.

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