La tele, el síntoma y el problema

En El País cuentan que los niños que ven la tele más tiempo son los que más fracaso escolar experimentan. No digo yo que se trate de una relación causa-efecto, pero hay que examinarla despacio. Normalmente hay respuestas sencillas para el problema, que es complejo. Yo no tengo respuestas, sólo miradas. Sobre facetas. Que a lo mejor arrojan algo de luz al conjunto. O no.

Creo que mucho de lo que se comenta alrededor de esto toma a los contenidos como punto de partida. A mí me interesa también el formato. Porque la televisión nos cuenta un mundo que no es real. Pero también a un ritmo que tampoco es real. Todo va muy rápido en el lenguaje visual. En una hora de programa no se ven las consecuencias, la reflexión, el paso del tiempo por las ideas, la maduración. Y además es externo. Cuenta resultados, poco del proceso interior de los protagonistas. Además, el espectador es pasivo. Puede experimentar emociones (si actores, guión, dirección, etc., son de calidad). Pero no hace. Y todavía hace menos porque la televisión es un fenómeno doméstico. El cine tiene su ritual anterior, o posterior. Es en la calle, suele ser un acto social, se comenta la película. La televisión viene precedida o seguida de otras actividades domésticas. No genera continuidad en la acción y promueve personas discontinuas. Por cierto, que para conseguir fijar a las personas ante la pantalla, la emoción es muy poderosa. Cuanta más emoción mejor. Incluso demasiada está bien para que la gente aguante hasta el siguiente anuncio.

Porque no sé yo (que sí lo sé) si el ritmo tiene que ver con la publicidad. Con la necesidad de que no cambien de canal, de que se queden para observar su publicidad. No sé yo si la gente recuerda que mucha de la televisión que se contempla es gratis para el espectador, pero no para el canal, que tendrá que obtener ganancias por algúna otra vía. Habitualmente publicitaria. No sé yo si los espectadores nos paramos a pensar en lo que gana productores, actrices y actores, directores de series y películas, periodistas, presentadores de concursos. Y de dónde sale todo ese dinero. ¿O crees en la infinita bondad humana de los canales, que desean facilitarnos ocio y entretenimiento sin contrapartida?

Yo creo que la televisión es ritmo para no perder al espectador entre anuncio y anuncio. Creo que está reñida con reflexionar, con el reposo y la pausa. Creo que necesita de la pasividad del que la observar, que tiene que fijarlo ante la pantalla cuanto más tiempo mejor. Para lo que le suministra dosis excesivas de emociones que lo convierten en hiperreactivo. No es el formato ideal que los padres quieren para sus hijos. Pero es cómodo. Porque fija al sitio a niños que, de otra forma, estarían moviéndose sin parar, yendo de un sitio a otro y alborotando. Y solos mucho tiempo, lo cual permite a los padres algún tipo de actividad (que suele ser necesaria, porque lo que más quieren los padres es estar con sus hijos).

Yo sé que los contenidos televisivos son preocupantes. Hablan continuamente de resolución de conflictos mediante violencia, cuando yo no recuerdo haber practicado ningún tipo de violencia en décadas. Yo resuelvo mis conflictos, en el peor de los casos, con intimidación. Sin olvidar que los mejores resultados nunca los he obtenido así. La persuasión, la negociación, la evitación, la disuasión me han sido mucho más útiles. Y esas tácticas no las he aprendido en la tele. Banaliza la violencia y se dice que no presentar sus consecuencias es un valor (el típico puñetazo del que el golpeado se levanta como si tal cosa). No cuenta lo graves que pueden llegar a ser. Y es curioso que el sexo esté más penalizado que la violencia cuando es la actividad más encantadora del mundo (aunque un corazón roto no es nada trivial). Pero también sé que la mayoría de la gente distingue bastante bien (después de algún que otro ensayo fallido) entre realidad y ficción televisiva. La mayoría de mis alumnos ven la tele, pero no se andan pegando todo el día.

El formato dibuja facetas (pasividad, irreflexividad, sometimiento ante estímulos de consumo, discontinuidad o falta de método, hiperreactividad emocional, acompañamiento virtual que contrasta con la soledad real) que bien pudieran provocar algún tipo de disfunción cognitiva.

Entontecer, quiero decir.

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