Fuente: Medciencia
Te cuento un problema, qué apuesta hago para resolverlo, qué riesgo le veo y mi conclusión.
El problema
La pregunta «¿qué es la mente?» es una frontera del conocimiento. La filosofía se ha ocupado de ella. Varias ramas del saber han hecho lo que han podido para aportar respuestas con herramientas muy poco evolucionadas. Pero en los últimos 25 años la ciencia ha avanzado mucho, especialmente gracias a la Resonancia Magnética Funcional, la técnica que ha hecho que multipliquemos lo que sabemos del cerebro, que convirtamos la psicología en una rama de la biología, que ha creado ramas del saber nuevas (relacionadas con las tomas de decisiones) como neuroeconomía y neuromárketing. Esto es lo que pasa cuando descubrimos una tecnología que nos permite mirar lo que antes no veíamos. Que la ciencia se expande. Y al hacerlo puede validar o refutar lo que antes eran creencias.
Pero también es verdad que estamos solo ante el principio de una revolución. Que va muy rápido, sí. Que probablemente vaya a arrasar en unos pocos años con muchas de nuestras suposiciones más arraigadas y a consolidar otras inesperadas, sí. Que está empezando a pasar, también. Pero es una revolución que todavía no ha ocurrido.
Estos son momentos especialmente críticos para la toma de decisiones profesionales por parte de todas aquellas personas que tienen alguna relación con el cerebro. Y parte de ese grupo es la gente que anda en educación (en sentido amplio; sea sistema educativo, sea desarrollo personal). Porque hemos trabajado muchos años con ideas que consideramos tan nuestras que las hemos hecho parte de nuestra identidad. Porque hemos puesto mucho esfuerzo, tiempo, emociones en ellas. Y puede pasar, perfectamente, que tengamos que abandonarlas pronto conforme la ciencia avance. O, al contrario, que descubramos que estábamos en buen camino.
¿Mi apuesta?
Filosofía y creencia juegan su papel porque uno no puede esperar a la ciencia (que está llegando, pero todavía no). Tengo que hacer mi trabajo (dar clase) y tengo que desarrollar mi personalidad y mis capacidades para lograr mi felicidad tantos momentos como me sea posible. Así que, mientras avanza la ciencia, tengo que tomar decisiones. Yo creo que el cerebro es parte del cuerpo, pero también que es una parte que ha evolucionado tanto, al tomar conciencia de sí mismo, que va cobrando independencia. Creo que tenemos una herramienta tan poderosa, pero tan nueva evolutivamente, que no sabemos realmente cómo usarla. Que lleva toda una vida dominarla, si es que se logra. Creo que la humanidad lleva en esto milenios y que no es buena idea despreciar el saber acumulado por no llamarse ciencia. Ese saber acumulado que digo, que quede claro, no incluye ideas esotéricas refutadas, inútiles, dañinas por pseudocientíficas. Pero sí muchas otras. Que tenemos, a través de la epigenética, la intuición de que poseen una base muy sólida.
¿Y cuando la ciencia vaya descubriendo cosas? La honestidad es el criterio. Saber no tener apego a las ideas para poder cambiarlas, saber que nuestra identidad es algo más que aquello que pensamos. Y también la humildad. Saber que si estábamos en lo cierto fue por intuición y por un poco de suerte, no por ser los más listos.
¿El riesgo?
El de siempre. Listillos que quieren hacer caja a costa de la gente. Manipuladores que con su poder recién descubierto juegan a aprendices de brujo y dañan a seres humanos sin que eso les importe una mierda.
Pero es lo que hay… Un campo en crecimiento, muchas ideas, mucha sed de felicidad, el descubrimiento de que podemos alcanzarla… Un caldo de cultivo ideal para lo mejor y lo peor.
Mi conclusión
Ser honesto y juntarse con gente honesta es la mejor vacuna. Elegir, así, las opciones que se entiendan mejores para poder hacer mi trabajo (educar) lo mejor posible, para ser la mejor versión de mí mismo, para ser feliz. Hasta que la ciencia llegue y deslinde lo que es de lo que no. Que no tardará, sí; pero que aún no está.