De eso van a ir las entradas de este blog referidas a mi proyecto personal. De la caducidad de algunas cuestiones. Y de adquirir otras.

Fuente: Winred
Mi historia como docente ha sido la de la búsqueda, la del cambio. ¿Por qué el cambio? Si yo explico bien. No, bien no… Explico muy bien. Y domino los temas sobre los que imparto docencia. Pero hace ya mucho tiempo que me di cuenta de que eso no le es especialmente útil a mi alumnado para aprender. Así que decidí dejar de ser un profesor bueno para ser un profesor valioso. Dejé de hacer lo que sabía, pero no servía de mucho, para crecer en lo que no sabía (ni aún sé), pero es útil. El viaje ha sido interesante y divertido. Y sufrido. Pero está mereciendo la pena.
Lo que pasa es que me surge una duda: ¿qué pasará conmigo el día que deje de ser profesor? ¿Dejaré de ser valioso? ¿Qué me quedará, de lo logrado, cuando no sea docente, sino jubilado? ¿Qué me habrá dado buscar el ser valioso, que tenga valor para mí cuando llegue el retiro? No queda tanto…
Creo que lo principal que he logrado ha sido la capacidad de cambio. He llegado a ver muy natural el saber que todo lo que considero importante es temporal. Y que adaptarse importa más que alcanzar metas. Porque toda meta es temporal y solo el cambio es permanente.
Y también la de resolver problemas por mí mismo sin esperar auxilio externo. Dejar de ser un buen profesor para buscar convertirte en valioso es algo que, ahora mismo, muy pocos entienden en este trabajo. Por eso lo he tenido que hacer solo. No por gusto, sino por obligación. Pero ahora esa capacidad de afrontar retos complejos por mí mismo es algo que tengo.
Encontrar a gente con tus mismas dificultades y metas también lo sé hacer. No dejan de ser soledades compartidas. Pero lo que aprende uno de tu red, si se comparte, lo aprenden todos. Y con eso se sobrelleva bien casi cualquier dificultad.
Creo que no solo estoy intentando ser valioso para mi alumnado. Que también busco ser valioso para mí. Y lo estoy logrando.