Vía Fayerwayer me entero de una cosa curiosa. Unos informáticos están desarrollando una placa base modular. En ella hay piezas integradas entre sí, no un bloque. Es decir, la memoria RAM estaría en un bloque y el procesador en otro, y la tarjeta de sonido integrada en otro…
Y esto… ¿qué tiene que ver con un blog de ciencias? ¿O con una madre amamantando a su bebé? Como las chicas que hay en la imagen y que en poco tiempo podrían estar en esa situación…
El concepto que articula esa noticia con lo demás es el de basura electrónica. Se trata de un concepto desarrollado a raíz del boom de consumo de electrónica personal, asociado a ordenadores y telefonía móvil. Era un concepto que no existiía hace apenas una década. Mi primer móvil lo tuve en 1996 y mi primer ordenador en 1989. Y se me quedaron obsoletos, mi primer móvil en 2000 y mi primer ordenador en 1992.
Obsoletos. Esa es la idea clave. ¿Por qué se me quedaron obsoletos? ¿Por que se me rompieron? No. Porque el móvil era enorme y pesaba mucho y una de sus piezas dejó de funcionar adecuadamente (la batería) y no encontré recambio. Y el ordenador porque era lento para los nuevos programas que iban saliendo.
No eran obsoletos por sí mismos. Eran obsoletos comparados con los nuevos, eran obsoletos porque no había recambios para algunas de sus piezas, eran obsoletos porque había nuevos contextos de uso en los que ya no servían.
Y, actualmente, cuando algo es declarado obsoleto en nuestra mente, se pone en marcha el mecanismo de consumo. Me compro otro, vamos. Y también se pone en marcha el reverso oscuro del mecanismo de consumo. Tiro el que tengo. Aunque objetivamente sea útil. Aunque esté haciendo la misma misión que cumplía. Aunque lo que le falle sea sólo una pieza.
Ese es el concepto de basura electrónica. Haz cuentas de cuanta informática o cuánta telefonía móvil has comprado. Y ahora haz cuentas de cuánta informática y cuánta telefonía móvil has tirado. Y esa basura va a alguna parte. ¿Tú la has visto cerca de tu casa? No, ¿verdad? Pues será porque no está allí. A lo mejor hay que ir a buscarla a Ghana o Nigeria, o a China, Bueno, eso podría no ser tan importante si no fuera por lo que envenena el tratamiento de esa basura. Es quemada a cielo abierto, emitiendo neurotoxinas. Envenena a gente y envenena ecosistemas (como te cuentan en Greenpeace muy bien documentado). Mira tu móvil. Mira tu ordenador. Si no son tratados con cuidado cuando tú ya no los quieras, harán daño a gente. Daño real, muy real, a gente que tú no conoces. Especialmente a niños lactantes. A muchos otros, pero gravemente a lactantes. Porque esas neurotoxinas se acumulan en nuestros tejidos, no se eliminan fácilmente, pero sí que van a parar a la leche materna. Te lo contaba en «Filosofía de la basura«, pero también puedes mirar en otros sitios bien documentados.
Y si vives en España, te aseguro que tu ordenador o tu móvil irá a parar a esos sitios, porque producimos unas 200.000 toneladas cada año. Y subiendo. Se prevé que la UE emita hasta 14 millones de toneladas hacia el 2020.
¿Debemos sentirnos culpables? Bueno… Creo que deberíamos sentirnos corresponsables. Ua parte sí que nos toca. Si compramos con alegremente, sólo por el placer de tener, sin pensar realmente en cuánto bienestar real, de uso, nos van a proporcionar los objetos, sin reflexionar cuál es el aparato que más nos va a servir, cuánto tiempo hemos planeado usarlo y para qué, cuándo lo tendremos que reemplazar, etc… tenemos un problema. En ese caso sí que somos culpables. Si lo que nos gusta es comprar, no usar. Seríamos consumistas, no usuarios.
Si lo que vamos a obtener es una satisfacción de uso, si el objeto nos va a ser útil y lo vamos a emplear razonablemente, si vamos a tratar de agotar su tiempo de vida útil y no vamos a reemplazarlo por meras razones estéticas… Si vamos a ser usuarios responsables y no consumidores compulsivos, creo que no deberíamos sentirnos culpables en ningún caso. Las culpables serían las empresas, las corporaciones. Que deberían hacerse responsables del producto a lo largo de toda la cadena, desde la extracción al desecho, pasando por la producción y la distribución.
¿Te has fijado que las empresas pasan del reciclado, o de la reutilización? Por no decir ya de la reducción. Sí, las famosas 3R que te contaba en «¿Está la ONU? Que se ponga…«. A las empresas sólo les preocupas tú en una parte del proceso, la que más beneficios les resporta. El consumo. En el resto de los procesos, a las empresas tú no les importas. Ni tú ni nadie. Les importa recortar gastos, sin parar en qué daño se hace. Es verdad que en la mayoría de los casos se ajustan a la ley. Y que hacen daño si la ley de algún lugar lo permite. Que hubieran mejorado las leyes los gobiernos de esos países. ¡¡¡Hombre!!! A lo mejor las hubieran podido mejorar si no hubieran sido países pobres, que tienen que buscar recursos de donde sea, y que aceptan basura electrónica a cambio de dinero. Por cierto, dinero ridículamente bajo.
¿Podría ser el mundo de otra manera? Pues sí. Como mínimo podría ser como lo están tratando de diseñar esos informáicos. Lo más modular posible. Para que haya basura, sí, pero que en esa basura no vayan componentes que aún son útiles. Para que no haya que tirar un PC entero por haber fallado la placa base.
¿Podría ser el mundo de otra manera? Pues sí. Si te comportas como usuario o usuaria, y no como consumidora o consumidor.
¿Podría ser el mundo de otra manera? Pues sí. Si las empresas estuvieran obligadas a hacerse cargo de los residuos de sus productos, y a reciclarlos o reutilizarlos, las cosas irían mejor. Reducir sería entonces una opción muy rentable. Tendrían icentivos para ello. Y, eso sí, estaría muy bien que resultaran obligadas a ello por leyes que les impidieran envenenar países pobres.
Recuerda estas expresiones: modularidad, obsolescencia, responsabilidad a lo largo de la cadena de consumo, usuarios y no consumidores…
Son importantes, te lo aseguro. Infórmate tanto cuanto puedas, por favor. Seas o no informático, seas o no biólogo.
Mejor que esperar a que los gobernantes impongan más leyes que pronto las empresas se saltarían (hecha la ley, hecha la trampa; hay que dejar de creer que las prohibiciones sirven para algo), creo que el verdadero poder lo tenemos las personas que compramos esos artículos.
Si difundimos las malas artes de las empresas, si construimos alternativas (como están haciendo esas personas que citas al principio) y si los clientes apostamos por esas alternativas, pronto la competencia se orientará a satisfacer a unos clientes cada vez más preocupados por adquirir productos que no vayan a dañar la naturaleza, ya sea porque estén fabricados para evitar el «usar y tirar» o porque los residuos sean bien tratados.
Por lo demás, ¡gran artículo!
¡Hola Dadnauta!
Pues yo creo que tenemos una herramienta a mano fantástica, y que las empresas tienen pocas vías para esquivarla.
¡¡¡¡Los impuestos!!!!
Creo que sobre su función recaudatoria tienen dos otras misiones más importantes. Orientan la curva de oferta y orientan la curva de demanda. Porque el objetivo de la economía está mal, muy mal definido. No es producir eficientemente. Es el bienestar. Maximizar la producción no significa maximizar el bienestar si hay externalidades. Y contra las externalidades se lucha con leyes, sí, pero sobre todo con impuestos.
Los imbéciles que dicen que los impuestos son malos y que hay que bajarlos siempre, o no tienen ni idea de economía o son amigos de los externalizadores. No sé cuál de las dos situaciones me da más miedo.
¡Un saludo!