No te creas, que me ha costado su trabajo entender a Obama. El «yes, we can» no lo terminaba de pillar yo. En concreto, el «we». ¿Quién es ese «nosotros»? Y me he dado cuenta de que «we» es un concepto variable. Ese «nosotros» depende del contexto, del objetivo. Pero, lo poderoso es que es inclusivo. Si quieres estar, estás. Nadie te echa, nadie te excluye.
Y el «can»… Ese «podemos»… Ese podemos es también variable. De hecho, es lo más inconcreto de la frase de Obama. Pero es lo más poderoso porque define el «we», define la intención de lo que se quiere hacer.
Me costó tiempo comprender que «Yes, we can» es un contenedor que puede llenarse del significado que se quiera. Y que ese significado atraerá a más o menos gente para que forme un «we».
Y hay un «yes», una afirmación rotunda. Que no es una afirmación voluntarista, no. Es una constatación, una mera descripción, un aviso. Sí podemos, y podemos porque existen herramientas. Hay una web 2.0, social, con capacidad de convocatoria a tareas concretas, inclusivas. En las que las diferencias no son relevantes. En las que lo que importa es que hay una tarea, un objetivo puntual que se comparte.
¿A qué viene todo esto? Pues sencillo. Hay un problema grave en educación, muy bien formulado por Álvaro Marchesi en el V Congreso Internacional de Educared. Que podemos hacer maravillas metodológicas, con tIC y sin ellas. Pero que si evaluamos como siempre, nada va a cambiar.
El otro día lo comentábamos en el Blog de Luis Miguel Iglesias, compañero de aquí, de Profeblog. Y decidíamos que ahora, ya vista la cuestión, toca trabajar. Trabajar juntos. Toca un «Yes, we can». Toca un hacer, no un esperar. Y le toca a un «we», a un «nosotros» por definir, pero sin exclusiones. Es un «con vosotr@s todo, sin vosotr@s muy poco». Es un reunir a las y los que podamos y quieran. Y no me refiero sólo a profesorado. Me refiero, y sobre todo, a alumnado. Pero también a familias, formadores de formadores, futuros docentes, administración…
¿La propuesta? Pues nada del otro mundo. Tres cositas nada más. Debate, acumulación y análisis. Y al final (o durante), acción.
La primera, que cada miembro de la comunidad educativa (docente, alumnado, familias, administración, futuro profesorado, formadores de formadores) que quiera, que lo desee, vaya expresando su opinión en lugares que permitan respuesta. Un vídeo de youtube, un post en un blog… ¡Yo qué sé! Y las opiniones. Y las opiniones sobre las opiniones. Escribe tanto como desees y comparte tanto como quieras.
La segunda, un lugar para ser visibles. No me vuelve loco twitter, pero ha demostrado funcionar (me atrae más identi.ca, pero eso es otra historia). Así que os proponemos, si te parece bien, el hashtag #evaladebate acompañado de los hashtags que desees (p.ej. #evaladebate #metodología; o #evaldebate #competencias; o #evaldebate #calificación; o #evaldebate #evalprofesorado; o #evaldebate #cooperación; o #evaldebate #formación; o…). Marca con ellos tus tuiteos donde comuniques links que creas relevantes. Que tú hayas visto o que tú hayas dicho.
La tercera la veo más complicada. Tratar de identificar cuestiones comunes, pero también diversidad (antes llamada discrepancia). Ir marcando una ruta, sí, pero de forma inclusiva, de forma que reconozca que hay muchos modos de ser docentes y muchos modos de ser alumnado.
Todo ello encaminado hacia la acción. Pero no una acción en la que yo te diga qué debes hacer, o me lo digas tú a mí. No, eso no. Una acción en que tú y yo nos digamos qué podríamos hacer. En la que el «we» nos enciende ideas. Y cada uno, en su contexto, actúa como crea que deba. Y, si quiere, lo cuenta también, para someterse a evaluación. O no.
¿Mi compromiso? Hacer esto tan visible como pueda. En los lugares donde estoy. Mi IES, con mis compañeros y compañeras, alumnado, familias de mi alumnado, ex-alumnos (¡qué majos son los jodíos, jeje!). En mi blog, mi twitter, mi facebook (en la nube, vaya). Con la gente que conozco de la Universidad y su alumnado, especialmente el de Magisterio si es posible… En fin, donde pueda. Y tratar de que eso sea tan diario como me sea posible.
¿Mi objetivo? Que de los datos de la evaluación emerja la persona (docente, alumnado, quien sea), y que, al vernos a nosotros mismos, mejoremos y dirijamos nuestro proceso hacia donde queremos ir. Que la evaluación no sea (sólo) calificar, sino orientar. Y llegar a ello ayudado por otras y otros. Y si es posible, ayudar también.
Porque puedo ponerme a trabajar yo solo. Eso ni lo dudes. Pero no imagino hacerlo tan bien como trabajando contigo.
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Hola José Luis, no me puedo resistir a dejar aquí mi opinión sobre «la evaluación». Sabes que estoy casi «obsesionada» con el tema de las rúbricas 🙂 Estoy totalmente de acuerdo con lo que se comenta en el post, la evaluación es un proceso muy importante dentro de la educación.
Creo que le damos demasiadas vueltas a la «escala» en la que hay que medir: que si numérica, que si comentarios de «vas bien» o «no tan bien», que si ser asertivo, empático…lo que queramos, pero, por encima de todo el proceso de evaluación debe ser sincero, independientemente de la escala, de la «unidad de medida». El alumnado participa, claro, en el proceso…pero nosotros, los profesores, tenemos la visión global, sabemos (se supone) lo que queremos que los alumnos aprendan y, por tanto, debemos comunicarles claramente en qué fase de su proceso de aprendizaje se encuentran, sin paños calientes y con toda la asertividad del mundo.
No puede ser que nos pasemos todo el trimestre dándole dieces y muy bienes y, el día del «examen», «prueba» o lo que sea…suspendan, no alcancen los objetivos que tenían que estar asimilados ¿qué hemos hecho entonces? una chorrada. El mismo «examen» se convierte en una chorrada.
Tampoco puede ser seamos tan estrictos, tengamos tan poca cintura, que el examen o las pruebas que pongamos para evaluar sean insalvables…otra chorrada.
Pero la respuesta no es eliminar el proceso de evaluación. Sino hacer un proceso de evaluación coherente y sincero con el alumnado, sin crearle falsas expectativas pero tampoco sin hacérselo inalcanzable. A veces parece que jugamos a la «prueba sorpresa», en un momento dado, te pregunto cosas que nunca hemos estudiado en clase…¿qué pretendemos con eso? ¿comprobar las dotes de adivinación de nuestro alumnado?. O mandamos tareas sin decir cómo las vamos a corregir, muy bien, así también lo llevamos claro.
Para mí el proceso de evaluación sigue siendo una de las cosas más complejas que tiene la educación…supongo que todavía me queda mucho por aprender.
Saludos,
Encarni
¡Hola Encarni!
Desde luego, llevas toda la razón en una cuestión clave. Todo nuestro trabajo debería empezar con la evaluación. El alumnado debería conocer (en mi opinión, aún más, debería participar) cuáles son las cuestiones, los objetivos en los que se va a centrar la evaluación, y qué criterios se aplicarán.
Pero mi duda es… ¿qué es más real, el trabajo o el examen? Quiero decir… El examen se inventó para mirar el proceso educativo, en realidad. Así que, si el examen no refleja lo que hemos visto en el proceso de aprendizaje, pues el que está equivocado es el examen. Además, el único sitio en el que veo exámenes como nosotros los conocemos es precisamente la escuela. En la empresa no, en la empresa no los encuentro. Ni siquiera las oposiciones a la administración son así. Y aún peor. Si les decimos al alumnado que aprendan mucho, les tenemos que evaluar mucho. Y como los exámenes son momentos, no procesos, resulta poco coherente la intención y la medida.
No destierro los exámenes, desde luego, pero siempre que sean coherentes con la evaluación. Así que tendremos que pensar mucho en qué debe consistir la evaluación y, luego, qué papel tienen los exámenes. Si es que tienen alguno.
Aunque, desde luego, esa es mi visión. Que conozco mucha gente docente que lo hace distinto y lo hace bien.
Y, desde luego, es un placer estar colaborando contigo en lo que pueda (primer trimestre menos de lo que quería, pero aún nos queda año…). 🙂
¡¡¡Toda la razón del mundo José Luis!!! Es curioso cómo va cambiando la forma de pensar (y me refiero a mí). Cuando comencé pensaba que lo importante era que el alumno hiciera satisfactoriamente su examen y ahora…no, cada vez le doy menos importancia. Lo que no quiere decir que no le de importancia a que el alumno aprenda, que eso es otra cosa. Y que lo que aprenda le sirva para algo.
Lo que sí es verdad es que cambiar la forma de evaluar y hacerte consciente, de verdad, de lo que estás evaluando es duro y requiere mucho trabajo por nuestra parte.
¡¡¡Felices fiestas!!! 🙂
¡Hola Encarni!
Pues sí, al verdad. Tú has visto parte de mi cambio y yo parte del tuyo. Y es que el examen es una mera manera de mirar dentro del proceso educativo. Antes insustituible al tener 40 alumnos y alumnas y poco tiempo. Ahora sustituible por muchas otras vías que abren las tIC y por una ratio algo menor.
Y es que, quizá, la mayor inversión en educación debería redundar en que los exámenes fueran sustituibles. Como meta final.
¡¡¡Un saludazo, wapa!!! Descansa, que te lo mereces. Y a la carga en el segundo trimestre…