Espacio y tiempo más allá y más acá del ojo y de lo cotidiano

A veces no terminamos de comprender lo muy extraña que le hubiera debido parecer nuestra ciencia, y nuestra concepción del mundo, a gentes de hace apenas cuatro o cinco siglos, o más atrás. Definitivamente, los instrumentos que nos permiten explorar lo muy pequeño y lo muy grande, arrancado con los microscopios y los telescopios, fueron la fuente de la revolución científica que trajo el establecimiento del método científico. Que no es otra cosa que un protocolo para considerar que el conocimiento adquirido a través de la experiencia es objetivo, y no subjetivo. Es decir, que da igual el observador, lo observado será siendo lo mismo.

En la raíz de esa exploración de los espacios mínimos y máximos está la lente. Que es el instrumento que hemos usado para domesticar la luz. Para hacerla converger en un punto y poder observar. O para hacerla diverger y poder amplificar la información qué hay en esa luz. O, combinándolas, aprovechar las propiedades de ambos tipos.

Hoy tenemos más maneras de explorar los mundos pequeños y los gigantescos. Hoy hemos aprendido a mirar con más detalle las distintas informaciones que proceden de allí. Fotones de todas las longitudes de ondas, partículas subatómicas, cargas eléctricas, gravedad… Hoy tenemos más información sobre esos mundos que la que nos da la mera luz.

Para los mundos de tiempos muy cortos o de tiempos muy prolongados hemos descubierto otra herramienta. El cálculo diferencial y el cálculo integral. Aquí nuestro microscopio y nuestro telescopio es, en los dos casos, la matemática.

No puedo ni imaginar lo extraño que hubiera resultado para gentes del siglo II d.C., p.ej., ver este vídeo…

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