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Hay bacterias que convierten azúcar en electricidad.
Es toda una novedad por varias razones. La primera es la eficiencia, que llega al 81%. Los módulos de los paneles solares rondan un 10-15%. Las futuras pilas de combustible puede que lleguen a un 72%. Las pilas eléctricas normales están entre ambas cifras, dependiendo qué materiales las formen. Está claro que el avance de Swades K. Chaudhuri y Derek R. Lovley, de la Universidad de Massachusetts es espectacular. Han trabajado con una bacteria que tiene nombre y todo: Rhodoferax ferrireducens. La obtuvieron del lodazal en el que chapoteaba (en el estado de Virginia). Descubrieron que, si le daban glucosa de comer, transfería electrones a un electrodo de grafito (un dispositivo que se usa para incluir en un circuito eléctrico una parte que no es metálica). Es decir, hacía lo mismo que hace una pila normal y corriente. Pero con muchas menos pérdidas, por lo que la misma energía produce más trabajo (eficiencia se llama eso). Y, por si fuera poco, el azúcar basta para inducir la reproducción bacteriana, por lo que la pila no se agota.
A primitive microbial fuel cell that can convert simple sugars into electricity with 81 percent efficiency. The novel design holds promise for producing energy from sugar-containing waste materials.
When the researchers exposed R. ferrireducens to a solution of glucose in a chamber containing a graphite electrode they found that when the bacterium fed on the sugar, it transferred electrons directly to the electrode, producing a current. In addition, the sugar-fed R. ferrireducens continued to grow, resulting in stable, long-term power production.
Es posible que tengamos pilas hechas de bacterias para oír CDs, pero una aplicación más inmediata seguro que es tratar la enorme cantidad de residuos agrícolas matando dos pájaros de un tiro: eliminándolos y obteniendo energía por ello. Ten en cuenta que la glucosa, la sustancia con la que se alimentan estas bacterias, es el principal producto de la fotosíntesis. Por tanto, los residuos vegetales son ricos en alimento para las bacterias.
Pero hay un problema. Ese azúcar no se suele presentar suelto, sino que forma cadenas en las que cada glucosa se une fuertemente a otra, formando diversas clases de glúcidos (mejor no usar el término azúcares) y habrá que tratar antes los residuos para que los pueda «masticar» la bacteria. O enseñarle a comer directamente esos glúcidos tan raros (celulosa, xilulosa, etc.) que forman los tomates, habichuelas, pepinos, calabacines, etc.
Quién sabe, a lo mejor vemos un día aparatos que advierten: «no incluye bacterias, tienen que comprarse aparte» (el chiste no es mío, es de la información original, yo no tengo la culpa).
Muy buen aporte, no lo conocía, esto es como pasar de la era de las maquinas a la era de las bacterias, costará adaptarse pero todo sea en nombre de la eficiencia.
¡¡¡Generar electricidad a partir de bacterias!!!
¿Quien lo hubiera pensado?