El siguiente reto para los científicos ambientales

Los profesionales de las Ciencias de la Tierra y el Medio Ambiente han logrado instalar en las conciencias de la gente, a escala planetaria, el hecho de que hay un cambio climático en marcha. Y de que ese cambio climático tendrá consecuencias globales. Es decir, hay un cambio global en marcha. Ahora, físicos, químicos, matemáticos, ingenieros, informáticos, economistas, etc., están dedicados a la tarea. De minimizarlo, que no de evitarlo, porque no se puede.

Para los primeros, para los científicos ambientales, es hora de cambiar de objetivo, una vez cumplido el del cambio global.

Y ahora surgen los problemas. Porque existe la tentación de regodearse en el éxito. Y seguir, querer seguir, en esta línea. O de dar palos de ciego. Y no es eso. El objetivo está logrado y hay que ir a otro lugar, en busca de otra meta. Porque a la humanidad, el único riesgo que le espera no es el cambio climático

Yo no sé dónde está el siguiente riesgo. Intuyo que vendrá también de la atmósfera y que tiene que ver con el nitrógeno. O una crisis de producción de alimentos relacionada con el fósforo. O con la reducción de suelos disponibles de buena calidad para la agricultura y la puesta en servicio de otros de baja calidad, con altos costes ambientales. O de la pérdida de biodiversidad. Pero esos riesgos todavía no está claro cómo, cuándo, dónde golpearán. Eso es lo que necesitamos. Alguien que descubra dónde está el siguiente problema.

Pero buscar la siguiente dificultad no es lo único. También sería bueno aprender las lecciones que nos ha dado la historia acerca de cómo el cambio ha ido calando en la gente. Atendiendo a qué ha pasado, lo primero que destaca es la cantidad de tiempo que se ha perdido. La comunidad científica internacional, pese a tenerlo muy claro desde hace décadas, no logró trasladar esa certeza a la opinión pública de una forma rotunda. Hubo dudas, gente que no creía (como si la ciencia fuera cuestión de creer), intereses económicos opuestos que defendían visiones acientíficas como si fueran científicas.

En el siguiente reto también los habrá. Todo esto se repetirá.

Los científicos ambientales tiene que dejar de ser ingenuos. Y saber que viven en un mundo donde la verdad científica no se abre paso por sí sola. Hay que ayudarla. Los científicos ambientales tienen que aprender a ser influyentes. He visto como muchos de ellos pasaban tiempo, mucho tiempo, lamentándose por no ser escuchados. En vez de aprender a hacerse escuchar. Y es que para eso hay escuelas. Y organizaciones. Son los llamados «lobbys«. Sobr los que la UE va a crear una normativa, y que tienen, a su vez, sus propias reglas.

Yo comprendo que los lobbys son necesarios. Un político toma decisiones basado en informaciones que le aportan otros. Y ese es el trabajo de los lobbys, aportar información y hacer ver su peso. No tiene que ser información completa. Pero sí tiene que ser información veraz. Y oportuna, bien fundamentada, respetuosa con el proceso democrático y legislativo, precisa, clara, bien dirigida a su interlocutor, transparente, generalizada a todas las posiciones políticas. Muchos de esos rasgos se cumplieron por parte de los científicos ambientales. Otros no.

Pues hay que adquirirlos.

El día en que, en una tesis sobre las características ambientales de un ecosistema se incluya un apartado sobre las estrategias a seguir para influir sobre la sociedad y sobre las instancias políticas y administrativas acerca de la conveniencia de su conservación, habremos ganado el futuro.

Pero todavía no.

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