El ladrón de éxito (o la nueva simbiosis)

Era inevitable.

La célula eucariota logra su éxito cuando se une a bacterias. A dos, en concreto. A las bisabuelas de las mitocondrias y a las bisabuelas de los cloroplastos. A esto se le llama teoría endosimbionte. Con ellas, la célula eucariota combina la potencia del tamaño (que ya tenía) con la capacidad fotosintética (cloroplastos), lo que le da independencia energética (tanta como sea capaz de darle el Sol y ella capaz de usar para añadir minerales en sus estructuras). Y con la capacidad oxidativa (mitocondrias) que le permite apurar hasta casi la última gota de energía que haya en una molécula antes de tirarla fuera.

Sin cloroplastos, el eucariota lo tenía difícil. Mucho cuerpo que alimentar. Terminaría agotando la comida y acabaría su presencia en la Tierra muerto de hambre. El cloroplasto sabía tomar energía de un rayo de luz para unir moléculas de CO2 (seis) y fabricar glucosa, un compuesto con muchos enlaces; por tanto, con mucha energía guardada.

Sin mitocondrias el eucariota lo tenía difícil. Mucha energía guardada para no saber usarla bien. El oxígeno es un potente cuchillo de enlaces. Peligroso pero potente. La mitocondria sabía cómo emplearlo para obtener mucho rendimiento de las moléculas en las que se había guardado la energía del Sol. Sin el oxígeno, había que tirar las moléculas fuera cuando todavía tenían mucha energía.

De ese experimento biológico resultamos animales y plantas.

Unirse a bacterias estuvo bien.

endosimbiosis

Las bacterias tienen éxito. Son buenas porque son sencillas. Los eucariotas crecieron porque les robaron parte de ese éxito. Sí, les dieron casa. Pero las mitocondrias de tus células trabajan a más no poder. Están las pobres agotaditas al cabo de décadas de esfuerzo dedicado a suministrar energía para el resto de la célula. Definitivamente, quien gana en esta historia, es el ladrón.

Y eso es lo que estamos haciendo nosotros, los humanos, ahora. Una nueva simbiosis. Nueva porque no existía. Y nueva por la forma en que la estamos logrando. Nadie antes lo había hecho como nosotros.

En su momento, aprendimos a hurtarle el éxito a animales y a plantas. Y en vez de robo le llamamos agricultura y ganadería. Eso nos llevó a un éxito sin precedentes. La primera especie con comida asegurada cada día (al menos, para una parte grande de la población). La primera especie con una gran cantidad de tiempo libre. Pero no se agota aquí nuestra capacidad. Porque estamos aprendiendo a robar el éxito a las bacterias. Como el primitivo eucariota. Y le llamamos biotecnología. Estamos aprendiendo a domesticar a las bacterias, y a los hongos, y a algunos virus. A que hagan para nosotros lo que queremos. Y si no saben, les enseñamos cómo. Les insertamos genes.

El ser humano es el futuro nuevo tipo de ser vivo. Capaz de robar el éxito a otros. Pero también capaz de decidir qué hacer con ese éxito. El eucariota lo tenía más fácil para ganar. Sólo tenía que reproducirse. Y los que más se reprodujeran eran los vencedores. Selección natural como Darwin decía, como dios manda. Pero nosotros lo estamos haciendo diferente. Elegimos con el cerebro, planificamos, no lo dejamos todo a la reproducción. Hemos creado un nuevo tipo de evolución. Lamarck estaría orgulloso. Evolución dirigida, no evolución al azar, como la de Darwin.

El problema es que la estamos conduciendo con el cerebro. La evolución al azar, la de Darwin, se hacía produciendo muchos seres vivos y dejando que compitieran entre sí. Es trabajo de los órganos reproductivos. Los mejores eran los que dejaban, a su vez, más seres vivos. La evolución dirigida, la de Lamarck, se hace con el cerebro (al menos nosotros). Y yo lo veo un órgano limitadito para saber elegir bien, para llevarnos a un mundo de felicidad y bienestar. A todos, y no sólo a unos pocos. ¿No te lo crees? Mira a tu alrededor. Dime gente que sepa elegir lo que es bueno cada día. ¿Sabes hacerlo tú? No, no me creo que el cerebro sea una parte de nuestro cuerpo tan capaz como nos gusta pensar.

Me fiaba más de los órganos reproductivos.

Pero ya no hay vuelta atrás. Mejor dicho, sí la hay, pero no tiene gracia: se llama extinción de la especie humana. Estamos embarcados en un nuevo tipo de aventura biológica. En la aventura de robarles el éxito a los que descubramos que lo tienen, principalmente bacterias.

Y si no sale bien…

Gracias, Rodrigo Romero, por tu pregunta en la clase. Para que luego digan que la gente de 1ºESO (12-13 años) es demasiado pequeña. O que no sabe. O no quiere saber. Esta entrada no habría salido sin ti. Sin tu pregunta tan oportuna y tan bien hecha.

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