Pérez no lo tenía nada claro. Le llamaremos Pérez porque sigue siendo agente secreto en activo y pondríamos en peligro su integridad digital si reveláramos su nombre real. Podría perder su Facebook, su Tumblr, su Friendfeed, su Blogger… Incluso su Twitter!
Pero se llame como se llame en realidad, Pérez no lo tenía nada claro.
De hecho sudaba bastante. No era miedo, no. Era una mezcla de rabia contenida y ansiedad. Era un saber que podría cambiar el mundo. Pero tenía que pensar. Y pensar rápido. Más rápido de lo que se acercaba el crucero «Editorial» a su pequeña «tIC 2.0». Le llamaba tIC, con minúscula, porque estaba orgulloso de que la tecnología no fuera lo más importante de su nave. Él decía que él era lo más importante de ese cascarón que funcionaba a ratos. O quienquiera que la pilotara. Que su cerebro era mejor que lo circuitos que gobernaban el salto hiperlink, o la conexión a la inter-net-inter-planetaria. Prefería las naves pequeñas de la serie «tIC», con su facilidad para comunicarse a larga distancia, a las más potentes «TIC». Estaba seguro de que con una nave de la serie «TIC» no hubiera podido internarse en territorio hostil y llegar hasta donde había llegado, hasta el corazón del sistema enemigo, hasta el núcleo hecho de © (también llamado copyright). Allí fue donde descubrió que CLAVE 6.C(ero) era más poderosa que copyright.
La CLAVE… La CLAVE 6.C(ero). Como a él le gustaba llamarla por sus seis circuitos en «C» y los auxialiares E, R y O.
Pérez suspiró.
Sabía lo que podía hacer con la CLAVE. Sabía que podía ser el arma definitiva que le permitiera a la Tierra ganar la «Quinta Guerra Educativa». Si llegaba a la órbita terrestre, claro. Algo por lo que, en el fondo, no daba un duro (es que Pérez era un agente secreto de la época de la peseta; era sorprendente lo bien que alguien de su edad había llegado a manejar una «tIC 2.0», que era una nave un poco cabroncilla).
Estaba aún fuera del alcance del crucero «Editorial». Ese que era temible. Ese que tenía una poderosa artillería, sí. Contaba con dos cañones de «Recursos multimedia ayudados por copyright» y podía lanzar cientos de «Recursos impresos acompañados por dibujitos» por minuto. Eran las armas de moda, de hecho. Al menos en el sistema «SGEA», a cuya armada pertenecía. En realidad, el sistema «SGEA» no se llamaba así, pero a muchos les inspiraba tanto miedo que no se atrevían a decir ni su nombre correcto.
Pero el «Editorial» era una máquina poco maniobrable. Era capaz de alcanzar gran velocidad porque tenía una notable rampa de lanzamiento. Pero contaba con poca tripulación. Cosas de la crisis. El Gobierno del sistema SGEA había recortado bastantes puestos de trabajo para mantener los beneficios. Y ahora eso jugaba a favor de Pérez. Las naves de la serie «Editorial» contaban con muy poca tripulación porque no podían pagar a nadie más. Eso sí, compensaban con artillería. Muchos recursos, sí, pero ciegos. Increíblemente, sus cañones no tenían sistema de puntería. En cambio, contaban con una tecnología ultramegahipersecreta. Lograban que el blanco, la diana, fuera al encuentro de los proyectiles. Y, para sorpresa de todos, funcionaba invariablemente. Nadie conocía bien en qué consistía esa tecnología ultrahipermegasecreta. Dicen que su eficacia era superior al 98%. Los pocos supervivientes al disparo de algún recurso lanzado por «Editorial» contaban extrañas historias. «Me sentía más cómodo», «era más fácil», «me entraba ansiedad si el recurso no estaba allí», «no sabía qué hacer sin él»… decían. Apenas recordaban algo más. Sólo que habían dejado de pensar por sí mismos y se habían lanzado hacia los proyectiles, que estaban allí, esperándolos, atrayéndolos.
Pérez, que lo sabía, seguía sudando. Se daba cuenta de que no tenía combustible suficiente para llegar a la Tierra antes de que abrieran fuego y se lo llevaran por delante. A Pérez, que había oído historias de supervivientes, le preocupaba que una descarga le diera de lleno porque le encantaba eso de seguir pensando por sí mismo. Era una costumbre que tenía desde pequeñito (es un decir, porque Pérez tampoco era muy alto).
Por primera vez en mucho tiempo maldijo a la pequeña «tIC 2.0». Y es que su sistema de conexión se cortaba de vez en cuando. A veces cuando más lo necesitaba. Pérez no era nada supersticioso pero se dio cuenta de que llevaba un rato suplicando: «por favor, por favor, que no se me interrumpa ahora la conexión…».
Y de pronto vio a «Colabora». Vio «Colabora» a la vez que vio la luz en el interior de su cerebro. En realidad no hubo ninguna luz en su cerebro, claro, pero los que lo conocen dicen que a Pérez le gusta hacerse el interesante. En realidad debió ser más bien algo así como un «¡Qué idiota! Está clarísimo…!»
Seguía sudando, sí, pero ahora sonreía. Eso me contaron los que dicen que vieron el vídeo de registro de la nave. Y es que a Pérez le va la marcha, dicen.
Pérez saltó de la «tIC 2.0» con una mochila digital, un traje modelo «Blog propio» y botas estilo «Comento además de escribir», que no estaban muy de moda pero se habían demostrado muy eficientes. De hecho, sin ellas el traje «Blog propio» no funcionaba bien. También se armó de su viejo Twitter de 6 milímetros, el Tumblr de repetición y un Google multiuso. Nunca se sabía qué se podía necesitar. La mochila digital le pesaba, pero sabía que era necesaria para alcanzar la superficie de «Colabora». Luego, cuando llegara, decidiría qué hacía con ella.
Antes de saltar Pérez conectó la radio interplanetaria de la nave, la programó para que, en cuanto estuviera a la distancia apropiada de la Tierra transmitiera el mensaje codificado que explicaba en qué consistía CLAVE 6.C(ero) y le dio un fuerte impulso con el último combustible. La convirtió en una lata vacía que iba a toda máquina y que pronto emitiría un mensaje que podía cambiar las cosas. Sin su peso y el de sus recursos era probable que la «tIC 2.0», libre de la carga de las herramientas, llegara lo suficientemente cerca de la Tierra antes de que el crucero «Editorial» la tuviera a tiro. Je! Eso si no se desconectaba. Se dio cuenta de que empezaba a farfullar otra vez ese mismo «por favor, por favor…» de antes.
El satélite «Colabora» es un pequeño punto en el espacio, ideal para que Pérez pusiera en marcha la estrategia llamada «Educación Virtual». En «Colabora», Pérez podía dar la vuelta a la roca más rápido de lo que lo hiciera el crucero «Editorial», poco maniobrable él. No estaban diseñados los cruceros espaciales de esa clase para conquistar lugares tan pequeñitos como «Colabora». Así, Pérez podría usar la roca como escudo. Estaría siempre al otro lado, lejos del alcance de su perseguidor. Al menos mientras le aguantaran sus recursos, claro está. Le preocupaba la mochila digital llena de materiales. «Y muy buenos, la verdad», pensó cuando la inspeccionó con detalle. Mentalmente dio gracias al equipo que lo había preparado todo antes de que partiera a su misión. Se prometío a sí mismo que los invitaría a una cerveza en cuanto volviera, si salía de esta. La mochila digital le era imprescindible, pero sabía que se le agotaría pronto. Nunca se le había agotado el Google, confiaba bastante en su viejo Twitter, y sobre todo en la energía de su traje «Blog propio». Y, como no, en las botas «Comento además de escribir». Con ellas y con el traje había ido a muchos sitios.
La nave «Editorial» se frenó para acorralar a Pérez. Su capitán estaba casi seguro de que el cascarón de la «tIC 2.0» se desconectaría solo. Apostaba por un fallo del sistema que impidiera que el mensaje llegara a la Tierra. Sabía que no podía atrapar a Pérez y sabía que si el mensaje llegaba a la Tierra bastaba un pequeño ejército de blogeros, tuiteros, comentaristas, y otra gente por el estilo, para derrotarlo. También sabía que una primera derrota animaría a otros y pronto habría muchos focos de rebelión. Pero creía firmemente que la pequeña y vulnerable «tIC 2.0» petaría antes.
Nunca me contaron que pasó al final.
Sé que Pérez escapó. Unos me han dicho que el mensaje llegó, el ejército se organizó y lo rescató. Y que ganaron la «Quinta Guerra Educativa». Otros afirman la «tIC 2.0» petó y que la «Editorial» dejó escapar a Pérez porque ya era inofensivo, al no llegar el mensaje a la Tierra.
Ese mensaje… Corren rumores por ahí. Me dijeron, en secreto, en qué consistía. Yo, la verdad, no lo entendí muy bien. Te lo cuento a ti por si lo comprendes. Pero ten cuidado, no lo divulgues por ahí. Puede ser peligroso. Dicen que sonaba a algo así.
Competencias. Bip. Conocer. Bip. Comunicar. Bip. Compartir. Bip. Colaborar. Bip. Corregir. Bip. Conversar. Bip. Emocionar. Bip. Regalar. Bip. Organizar. Bip…. una y otra vez.
Que en esas palabras está la clave. También dicen que «Competencias» era una palabra que sonaba fuerte. Casi tanto como «Emocionar«. Y que eso tenía un significado.
¿Tú has entendido algo? Si no lo has hecho, visita a Juanjo Muñoz, o a Onio72, o a Gregorio Toribio, o a ICTeacher. A lo mejor con ellos y con la saga #cuentos20 te enteras… Y es que el fin de la historia, probablemente, está por escribir aún.
Hay quien cuenta que Pérez aún está en «Colabora», esperando ayuda.
Tremendamente bárbaro, genial y rapidísimo en su elaboración. Un gran homenaje a lo que se nos viene encima.
Quienes hemos estado dentro y seguimos estándolo en la Formación tic2.0 con minúsculas, sabemos de qué hablas en toda la dimensión con esos pequeños guiños que has introducido. Esperemos que los maléficos del cuento cedan y se logren los objetivos que a todos nos gustaría alcanzar.
¡Eres un crack!
¡Hola Gregorio y Onio!
😳
Que la gente sepa que os tengo comprados, eh? Que me dicen esto a cambio de cervecitas o desayunos en las veces que coincidimos… Jejejeje…
Y que la gente sepa tambien lo especialmente gustoso que es teneros de compañeros 2.0!!!
🙂 🙂 🙂 🙂
Clap, clap, clap, clap,… Eres mi ídolo.
Un abrazo desde Occidente, online.
😀
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Cada vez escribes mejor… y que mala es la envidia
¡Hoooooolaaaaaa Pascual!
Joder, qué alegría ver un comentario tuyo por aquí… Y es que estando la gente que me importáis de verdad, las ganas de escribir no se van, no…
Tío, el abrazo más grande! El siguiente pronto… 🙂
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Buena contribución a la Guerra de los Materiales. Salud
¡Hola Daniel!
Qué ganas tengo de que las editoriales dejen de vernos como sus potenciales clientes y se dediquen a atender a los que le pagan. Si es el alumnado, pues a ellos. Si es a la administración, pues a ella. Y las y los docentes a lo nuestro. A ser creativos y a tratar de ayudar.
¡Un saludo!
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