Este post va dedicado a Juan López de Uralde, Nora Christiansen, Christian Schmutz y Joris Thijssen. Y no va nada, nada dedicado a la ¿justicia? danesa.
Fundamentalmente vivimos en un mundo en el que las necesidades básicas se han mezclado con los lujos. El pan se fabrica y transporta con el mismo combustible que los perfumes. Así, los más ricos han ido detrayendo recursos que podrían haber sido usados para cubrir las necesidades de los más pobres. Pero ese mundo, insostenible, intentó mantenerse a base de ampliar el número de ricos. Y de convertir en ricos a los que trabajaban para los ricos. En la esperanza de que esos nuevos potentados aumentarían, con su consumo, el número de trabajadores, en un pretendido círculo virtuoso que terminaría con la historia de la humanidad, desembocando en un paraíso terrenal prometido por economistas neoliberales que pretenden que nada nuevo se ha inventado desde Adam Smith.
Pues no.
Porque en todo sistema hay mecanismos acumulativos, sí, como los descritos, como los deseados. Pero hay dos cuestiones básicas que no han sido tenidas en cuenta. De ahí lo de neoliberales ingenuos (en realidad es estúpidos, pero hoy me siento caritativo).
La primera, que el sistema ha de alimentarse de materia y de energía. De recursos, vamos. Y alimentarse sin parar si quiere existir sin parar. Y alimentarse de tantos más recursos cuanto más acumule. Porque acumular mucho cuesta mucho. O sea, que ser rico es caro y ser muy rico es muy caro.
La segunda, que los sistemas, además de mecanismos acumulativos tienen mecanismos disipativos. Es decir, formas de expulsar lo que no se desea (entropía se le llama en ciencia). ¿Pero expulsar a dónde? Afuera. Es decir, se necesita un «fuera». No todo puede estar dentro del sistema. Un fuera donde echar nuestra basura, nuestra entropía. Un fuera en el que vive gente que no está dentro.
Antes de que nos hayan estallado las dos crisis, la de recursos y la de entropía, el sistema se ha atascado por sí solo, sin mucha ayuda. Se ha atascado porque para mantenerse necesita un consumo creciente. Eso suma tres crisis (consumo, recursos, entropía). Que, por cierto, son todas las crisis posibles en un sistema: entradas, salidas y funcionamiento. Y lo peor es que no puede volver a ponerse en marcha. Bueno, sí puede, pero creando más exclusión, más «fuera», y consumiendo más recursos.
Simplemente, la vida como la conocíamos ya no existe. Habitamos en un espejismo, que se parece a cómo vivíamos, a la espera de lo que venga.
¿Cómo sabemos que eso es así?
Lo primero porque cada vez cuesta más extraer recursos. Su precio cada vez es mayor y su disponibilidad cada vez menor. ¿Has mirado la evolución de los precios de las materias primas esenciales, como fosfatos o petróleo, o de productos básicos de consumo, como alimentos?
Lo segundo, porque los ecosistemas están descoyuntándose. En el océano y en tierra firme. La climatología está variando, la distribución, diversidad y fenología de las especies también. Es un cambio muy brusco, no por su magnitud (en la historia de la Tierra ha habido cambios mucho más potentes) sino por su carácter repentino.
Pero cometemos un error cuando pensamos que el cambio afecta sólo al escenario. Y además, al escenario externo. Porque los ecosistemas los percibimos como ajenos, alojados nosotros en las ciudades y pueblos. Que no son otra cosa que zoológicos de piedra, ecosistemas refugio. Y cuando decía que se están descoyuntando los ecosistemas me refería a todos, incluidos los humanos artificiales. De ahí las hambrunas y pobrezas extremas, que afectan a, como mínimo, una de cada seis personas que existen. Y subiendo. De ahí fenómenos como el terrorismo islamista, que en realidad son respuestas a una forma de vida contemplada como injusta por los que están fuera del mundo occidental (excluidos del bienestar en su mayoría). ¿Y cómo no van a ver la forma de vida occidental injusta si consume recursos que necesitarían los pobres y que se alía, para pertuarse, con poderosos locales injustos como ocurre ahora en Yemen?
¿Significa eso que los de fuera son los buenos y los del sistema neoliberal los malos? Pues creo que los de fuera llevan razón en la raíz de su rebelión, pero eso no significa que su razón vaya más allá. Que me guste la austeridad que proponen y su apuesta por el acceso de los pobres a los recursos no significa que me guste la forma de vida pública que quiere imponer la corriente predominante. Ni un pelo. Es más, me disgusta tanto que aunque comparta con ellos el desagrado por la forma de vida occidental (aún disfrutándola), los considero mis enemigos. A ellos y a otros de aquí también. Porque lo mejor que ha dado la historia son los Derechos Humanos. Es una obligación incorporar su parte de razón y luchar contra los enemigos de los derechos humanos (como Jorge Loring hablando de la virginidad, al cual me niego a ponerle un link).
En algún momento se tendrá que hacer una síntesis de lo bueno. De la austeridad, el cuidado del entorno y la atención al legado hacia las generaciones futuras, con la defensa de los derechos humanos. Pero hoy, esa vía, no existe mayoritariamente. El mundo está polarizado entre quienes defienden los derechos humanos y la riqueza de unos pocos, por un lado, y los que defienden mejor reparto de la riqueza y abominan de los derechos humanos y las libertades cívicas individuales, especialmente de las mujeres, por otro.
Esta será la década de la síntesis o no será.
Y no es esa frase una profecía, no. Es más bien un proyecto de epitafio, una cuenta atrás. A diferencia de otras crisis, esta es una provocada por el enorme poder que hemos acumulado. Es, por tanto, una crisis poderosa. ¿Quién realizará la síntesis? Quizá los excluidos de dentro, quizá los valientes, quizá los sensatos, quizá los más jóvenes…
Pero mientras nos preocupemos por estas idioteces no es el camino, no… Por muchos fuegos artificiales que les pongamos.
Hola José Luis!!
¿Entonces la única solución que hay es cambiar el modelo actual por el que nos regimos? Si es así, hay que hacer una revolución de forma global que afecte a todos los países y proponer un cambio de modelo consensuado por todos, y visto el éxito de la cumbre del cambio climático todo este planteamiento me parece una utopía.
Salu2 😉
¡Hola Ramón!
Tú ya sabes que yo opino sobre cualquier cosa, pero con pocas garantías, jejeje… Sin embargo, esta vez… Es que los sistemas ecológicos están muy encallados. Y los climáticos. Los datos cada vez son más finos y ajustados, y cada vez están más en la gama mala de la horquilla. Y los sistemas sociales… Las tensiones están en niveles muy altos. La lógica amigo-enemigo es ahora la única dialéctica efectiva y ha sustituido la violencia como medio (para llegar a pactos; abominable) por la violencia como objetivo (más abominable). Hemos entrado en una lógica de victoria o derrota total en un escenarios donde con esas premisas sólo es posible un empate eterno alimentado por sangre. Y el sistema de producción para el consumo, que no distingue entre bienes de primera necesidad y consolas Wii, que decide que son equivalentes y agrega todo ello en las mismas cifras, se ha agotado. No es posible seguir produciendo indiscriminadamente para consumo indiscriminado. Aunque se quiera.
No es cuestión de utopía, creo. O sí… Pero yo sitúo la utopía en creer que podemos seguir viviendo como veníamos haciendo, no en introducir cambios sustanciales. Bueno, en realidad sí se puede. Lo que no encuentro posible es combinar el continuar igual y el sobrevivir.
En cuanto al camino… Pues creo que no es global, sino local. Hemos pensado que salvar el planeta es cuestión de todos y no es cierto. Es cuestión de algunos. Y tanto más cuanto más vayamos descubriendo que una economía sostenible es más rentable que una no sostenible. Es que la contabilidad no cuenta como ingresos los ahorros de gastos del futuro. Y una economía basada en viento, sol, agua (WWS) es mucho más eficiente (se calcula que un 30% superior) a la economía de carbón, petróleo y uranio. Con la ventaja de que está basada en flujos, y no en stocks, en almacenajes. Dentro de poco habrá guantazos por abandonar la quema de combustibles, cuando existan kilowatios eólicos y solares de sobra. Y miraremos al pasado con extrañeza. ¡Espero…!
¡Un saludo compañero!
Firmaria todas y cada una de las palabras que has escrito en este artículo.
Yo soy joven y me considero sensato, y estoy dispuesto a renunciar a muchas comodidades por el bien de todos.
Pero me temo que soy un utópico pesimista más, ya que prácticamente nadie piensa así, quizá porque no tiene la información suficiente, quizá porque no se molesta en buscarla, o porque sin duda es mucho más fácil aprovecharse de los demás.
Yo reconozco que juego en un sistema que detesto, intento aprovechar las cosas que me ofrece (básicamente conocimientos). No obstante, lo apuñalaría sin dudarlo por otro más justo (y lógico).
¡Hola JL!
Perdona por el retraso. A veces el tiempo es muy escaso… 🙂
Gracias por el comentario. Esto es lo bueno de la red. Que nos damos cuenta de que lo que pensamos lo piensa más gente. Y eso está bien, porque nos convierte, no en utópicos, sino en personas dispuestas a seguir una línea.
Desde luego que hay una salida a esta crisis. Y muy clara y sencilla. Un aumento enorme en la carga fiscal. Enorme. Porque eso reduciría el margen que tiene la gente para tomar decisiones que pueden hacer daño. Es verdad que también reduce la libertad individual. Pero aumenta la colectiva. ¿Y qué hacer con esos impuestos? Convertirlos en servicios para los ciudadanos. En servicios razonables. Porque el estado seguro que optará por producir leche en vez de transportar frascos de colonia de un sitio a otro. Eso sí, con un control rígido tanto del gasto como de quién se encarga de gestionar el gasto y a quién se le encarga.
Y es que lo que recibimos lo podemos obtener vía salario, pero también vía servicio. Con el salario hacemos lo que queramos, lo bueno y lo malo. Con los servicios lo que el colectivo estime más importante. Generalmente lo bueno para la mayoría.
¡Un saludo!
JL:
Casémonos.