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Fuente: New York Times |
Imagina que le administras una sustancia colorante a una morera. Imagina que los gusanos de seda que se alimentan de sus hojas asimilan ese colorante y lo incorporan a la seda con la que envuelven a sus crisálidas. ¡Has logrado seda de colores! Y ahorrando mucha, muchísima agua. La que se usa en el proceso de tinte. Y sustancias contaminantes no te cuento… Pero no acaba aquí el resultado. Que los colorantes así añadidos se integran mejor en la seda que los que se le aportan con los procedimientos industriales habituales. Lo que hace que la seda resista mejor el lavado.
Es lo que ha hecho el equipo de Natalia Tensil, según he leído en Investigación y Ciencia y en el New York Times.
Ahora imagina que le añades a las moreras sustancias con valor médico. Antibióticos, antiinflamatorios, antitumorales… Y que esas sustancias se añaden a la seda. Has logrado un tejido terapéutico.
Es solo cuestión de imaginar. La vía ya está abierta. ¿Dónde está quien la va a seguir? Yo creo que estudiando…
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