A través de Maikelnai’s blog y de La aldea irreductible me entero de un par de vídeos sobre comportamientos animales extraordinarios. Es decir, fuera de lo ordinario.
No por su comportamiento, sino por el contexto de su comportamiento.
Os dejo ambos vídeos y luego os cuento lo que creo que quiero contaros.
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Supongo que habrán resultado sorprendentes. Y un poco desesperantes. Uno sabe que el monito va a morir por muchos lengüetazos con que le mime el leopardo. Y lo del impala, cuando llegan los buitres, resulta molesto. ¿Verdad? Bueno, si te fijas, tú, sintiendo pena por el babuino y por el impala, estás experimentando también un comportamiento fuera de contexto. Se siente solidaridad por los de tu grupo. Se cuida a la prole. No a un babuino o a un impala. Pero la cosa es que a ti te importan y no quieres que mueran.
De lo que se trata es que son comportamiento perfectamente lógicos… en otros contextos. Estamos asistiendo al empleo, a saber por qué razón, de unas capacidades en situaciones distintas de aquellas en las que resultan adaptativas. Esos animales tienen circuitos neuronales para el cuidado de las crías. Y los han disparado fuera de lugar. ¿El desencadenante? Puedes tirarte años investigando y lo más probable es que no llegues a ninguna conclusión.
Olvidamos el desencadenante. Pero sí vamos a quedarnos con los circuitos neuronales y con la situación. Se pone en marcha un comportamiento viejo en un contexto nuevo. Imagina que funciona bien. Lo que era útil para algo, resulta también útil para otro algo. Acabas de descubrir una ventaja adaptativa gratis. Estabas preadaptado.
Los humanos, como cualquier primate, como cualquier mamífero, como cualquier vertebrado, tenemos diversos circuitos neuronales. Bueno, vale, los primates son bastante ricos en circuitos neuronales de comportamiento. Como la mayoría de los animales sociales. Nosotros tenemos un circuito neuronal para la justicia y la injusticia. Otro para la recompensa. Otro para el cuidado de la prole. Otro para la negociación, la cooperación, la alianza, la traición, la inserción en un grupo… Muchos de esos comportamientos hacen que se activen las mismas regiones neuronales en todos nosotros. Las llevamos de fábrica. Unos más, otros menos, otros averiadas. Pero son carácter humano.
Los humanos tenemos una extraordinaria tendencia a dar explicaciones a las cosas. Como sea. Buscamos patrones que expliquen lo que sucede en nuestro entorno. En un ambiente de sabana, en el que los recursos están dispersos en el espacio y son irregulares en el tiempo, interpretar patrones no muy evidentes constituye, sin dudas, una ventaja selectiva importante. Que nos ha llevado a la ciencia.
Los humanos tenemos un circuito para la recompensa. Que nos ayuda a poner en marcha actividades en principio desagradables, pero que pueden resultar beneficiosas a largo plazo. Aunque se nos descarría con frecuencia (drogas, comportamientos obsesivos y reiterativos, búsqueda del riesgo…). Te lo contaba en «Presos de las endorfinas y otras de su calaña«.
Los humanos tenemos un cirtucito para la injusticia y la justicia. Que nos puede haber llevado a personificar ambas sensaciones en la figura de dioses o de algún dios. Lo cual nos puede haber ayudado a encontrar respuestas al montón de preguntas que nos hacemos cada día. Lo cual nos activa el circuito de recompensa. Te lo contaba en «¿Terminará el filósofo siendo biólogo?«. Y te lo cuentan también Pere Estupinyá, en su blog, y Mónica Salomé en un tan largo como buen artículo de El País.
O no. O realmente existe Dios y todo esto es especulación (yo creo que no, pero respeto al que no opina como yo y, por supuesto, no trato de modificar su pensamiento; ni permito que intente modificar el mío o altere mi forma de vivir por su forma de pensar).
A lo mejor, en estos vídeos, estamos viendo a animales como fuímos nosotros, fuera de contexto. Quizá alguno descubriendo que un comportamiento raro resulta también útil en la nueva situación. A lo mejor, en estos vídeos, estamos viendo nuestro pasado, nuestro origen.
O no.
A saber.
Yo creo que sí. Pero no lo sé.
Colosal. Me he quedado alucinado, este tipo de reacciones en animales los hacen más civilizados que a algunos humanos.
Porque les atribuimos un desencadenante. Pero puede haber sido cualquier otro (un olor, un gesto, un sonido). La duda es si el comportamiento lo ha puesto en marcha de manera consciente. Es decir, si ha valorado el entorno y ha decidido que hay ventajas en activar un comportamiento viejo en una situación nueva.
Lo dudo mucho.
Lo que nos hace civilizados no creo que sea el comportamiento en sí, sino el motivo.
Lo que creo que es que la adaptación de comportamientos como rasgo consciente es lo que nos diferencia. La motivación que subyace. Y que muchas veces es un barniz de razonamiento ocultando y torrente de hormonas.
Somos menos humanos de lo que creemos. En muchas ocasiones pienso que la especie humana está todavía por aparecer en la evolución, que sólo estamos al principio de un camino que requiere una profunda transformación del cerebro.
Y es que cada día me sorprende que una herramienta que mostró sus ventajas en un entorno de sabana africana haya resultado tan polivalente.