Esta idea no es mía para nada. Es robada. Durante una comida. A los postres (dulce de cuajada era, después de un plato de tres arroces: negro, empedrado y abanda). En el chiringuito Los Tarahis. Y, te lo asegura un sibarita (yo), lo mejor de lo mejor en Cabo de Gata. Especialmente después de dos excursiones seguidas, de unos 18 kilómetros la del sábado y de unos 14 la del domingo. Tan llanas como un papel arrugado. Pero como la gente con la que estuve andando era genial, con ellos los kilómetros fueron metros y las horas minutos. Me quedé con ganas de más. De mucho más.
A lo que iba. Idea robada decía.
Está bien que sepamos que el cambio climático lo estamos provocando nosotros. ¿Te imaginas que no tuviera ese origen? ¡Qué miedo! ¿Te imaginas que el clima estuviera cambiando y no supiéramos por qué? No tendría ninguna gracia. Mucho mejor saber que somos nosotros y tener esperanzas de controlar daños (el proceso parece inevitable).
Pero sufrir un cambio sin saber de qué iba ya pasó. A los neanderthales. Su regresión se debió, muy probablemente, a que se trataba de humanos bien adaptados a climas más fríos, y que no pudieron competir con éxito contra nosotros, sus primos. Es verdad que el clima no los eliminó. De hecho, convivieron con varios drásticos cambios climáticos. Y con éxito. Pero sin la presión de otra especie. En uno de esos cambios, en un nuevo escenario, con nueva temperatura, con nuevo patrón de lluvias, hicimos acto de presencia. Penetramos en sus territorios y convivimos con ellos. Y competimos.
Somos hijos de un cambio climático. Habrá que ver cómo sobreviviremos al siguiente. Espero que no como el neanderthal. Que lo perdió todo en la probable competencia con Homo sapiens. Y es que Homo sapiens ha demostrado ser un gran competidor. Incluso contra Homo sapiens.
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