Vale, el título deja claro que estoy como una moto. Tonterías aparte, el ruido es algo muy serio. El ruido nos acompaña. Incluso parece que tenemos miedo al silencio. Sin embargo, hay quien está dispuesto a emplear mucho tiempo y esfuerzo en crear santuarios de quietud. En EE.UU., un ecologista pretende que el espacio sobre un parque sea vedado a los vuelos para preservar la integridad de ese entorno natural, incluido su sonido (personalmente me parece muy bien; mi experiencia en lugares tranquilos, sin ruidos artificiales, es muy agradable). Pero no sólo se trata de lograr un entorno agradable. El ruido puede generar verdaderos problemas de salud. Una búsqueda no muy esmerada te permite encontrar, a fecha de hoy, 5.269 artículos científicos relativos al problema. Así lo leí hace unos 15 años en un artículo de una revista llamada «Mundo Científico», bastante buena, pero que ya desapareció. Era el número de abril de 1991 y el autor era J. Rabinowitz, uno de los autores sobre un artículo bastante citado (trataba de la reducción del rendimiento de escolares expuestos al ruido). Te pongo un resumen algo largo (imagínate el artículo). Otro día os cuento lo de los mp3 y los oídos.
Suele definirse ruido como todo sonido susceptible de alterar el bienestar. Desde 1580, y mucho antes, se sabe que se pueden producir traumatismos acústicos por su causa. Pero otros muchos (trastornos cardiovasculares, hormonales, digestivos, psicológicos, etc.) son posibles.El oído no es un mero receptor pasivo sino que transforma en sensaciones auditivas los sonidos. Son estos dos conceptos diferentes.El oído humano percibe una amplia gama de sonidos: si la expresamos en frecuencias, desde 20 Hz a 20.000; si lo hacemos en nivel sonoro (frecuencia por unidad de superficie), de uno a 1012. Para manejar mejor esas cifras se toman logaritmos, siendo los resultados la escala de decibelios. Cada 10 dB se dobla el nivel sonoro. El hombre puede oír, sin dolor, un intervalo entre 0 y 120 dB. Se pueden discernir sonidos que difieren en 1?3 dB; en lo referido a frecuencias es posible que haya diferencias niveles del 0’2%. El máximo de sensibilidad se sitúa hacia 4.000 Hz.
El oído interno está formado por el aparato vestibular y la cóclea. Esta última contiene el órgano de Corti, conjunto de 15.000 células, responsable de la audición. En el oído medio está la cadena de huesecillos; como límite entre esta parte y el oído externo aparece la membrana timpánica y con el interno la ventana oval. El resultado de la transmisión de vibraciones es la compresión de los líquidos que rellenan los compartimentos cocleares. Su movimiento provoca la excitación y transmisión de impulsos nerviosos. Las células ciliadas receptoras, situadas en la base de la cóclea, detectan sonidos de alta frecuencia, y las que están en la parte más alta los de baja frecuencia. Parece que sólo 3.500 de las 15.000 células ciliadas se excitarían y provocaría el impulso nervioso. Como moduladoras y filtradoras de sonidos actuarían el resto.
El aparato auditivo es vulnerable porque la desaparición de células ciliadas no se compensa, dado que no se reproducen. Puede ocurrir que pierdan sus cilios por exceso de estimulación. También puede verse afectado el metabolismo. Los ruidos muy fuertes van a provocar incluso desintegración celular. Los ruidos impulsivos son los más peligrosos, especialmente aquellos cuyo nivel sonoro se incrementa más de 40 dB en media milésima. La pérdida auditiva puede verse acompañada de rotura timpánica y luxación de la cadena osicular. Prevenir esto último es la razón de la existencia de dos músculos fijados a martillo y estribo: los estrapedios. Cuando se contraen, proporcionan rigidez a la cadena y amortiguan en 10-20 dB los sonidos más intensos que 80 dB hasta frecuencias de 2.000 Hz (reflejo estrapédico). Pero en muchos casos el incremento sónico es más rápido que el reflejo. Sin llegar a destruir las células, un sonido de más de 90 dB puede reducir el umbral de sensibilidad. Tal cambio sólo revierte tras un descanso de unas 10 veces el tiempo de exposición. Sin ese período, la modificación puede permanecer indefinidamente a causa de alteraciones morfológicas generadas por alteraciones metabólicas, provocadas a su vez por sobreestimulación.
Otras causas de sordera son envejecimiento por anoxia, provocada por déficit cardiovascular (presbiacusia), infecciones, enfermedades degenerativas; intoxicaciones medicamentosas (nosoacusia) , etc.
Las pérdidas auditivas suelen aparecer primero para 4.000 Hz, extendiéndose después a frecuencias bajas (esenciales para la inteligibilidad del habla). La sordera puede ir acompañada de acufenos (silbidos, zumbidos, etc.) que degeneran en total si no se suprime la exposición al ruido. El origen de los acufenos es mal conocido, aunque se supone relacionado con anomalías del sistema neural auditivo.
Exceptuando ruidos intensos (de 140 dB o más), que pueden producir lesiones inmediatas, la exposición sistemática a niveles menores durante tiempos prolongados, conduce también a la sordera. Aunque estos casos dependen mucho del individuo, se acepta que ocho horas diarias a 85 dB cambian permanentemente el umbral de audibilidad, llevando a un 3?8% de los afectados a la sordera en 10?30 años. Si el nivel sonoro es de 100 dB, la proporción asciende a 30?45% en los mismos períodos.
La única profilaxis es la protección individual o la actuación sobre la fuente emisora. En la sociedad actual existe un grave problema: la electroamplificación de la música, especialmente discotecas, radiocasetes portátiles, conciertos, etc. La pérdida auditiva para agudos puede llegar a afectar a un 35% de la población juvenil. En comparación, el riesgo para los que viven en las proximidades de carreteras o autopistas es mucho menos grave.
Los efectos fisiológicos no auditivos del ruido se explican por la existencia de vías nerviosas colaterales de la vía directa que va a la corteza auditiva. Llegan a la formación reticular. Esta estructura está permanentemente interconectada con el sistema límbico (encargado de las emociones), el sistema nerviosos vegetativo y el endocrino. El ruido entra en la categoría de factores estresantes. Comporta modificaciones de los ritmos respiratorios y cardíaco, de la presión arterial, de la temperatura cutánea, de la motricidad digestiva, de la bioeléctrica del cerebro, del tono muscular, etc. También se han detectado variaciones químicas: p.ej. en concentraciones séricas de catecolaminas y corticoides. Los desajustes hormonales pueden provocar partos prematuros, malformaciones en el feto, etc.
Quizá uno de los más graves sea la alteración del sueño, con grandes repercusiones para la recuperación física y psíquica. Se manifiestan estos trastornos con dificultades para conciliarlo, reducción del tiempo a él dedicado, deterioro de la psicomotricidad, cambios de humor, etc. Para preservar la calidad del sueño, en un dormitorio no se deberían rebasar los 35 dB de media, no superando los picos 50 dB.
El ruido y sus efectos negativos sobre la salud
Toda actividad, trabajo o transformación que se produzca en el medio produce como resultado cambio, producto y desecho (contaminación). Esta contaminación puede ser de todo tipo materia, calor, productos químicos, gases,… y cualquier clase de ruido. Cada persona tiene su propia concepción de ruido molesto pero la realidad es que el hombre es el principal responsable de la contaminación acústica: una conversación, música, obras, locales de ocio, tráfico, industria…
Se llama contaminación acústica al exceso de sonido que altera las condiciones normales del medio ambiente en una determinada zona. Si bien el ruido no se acumula, traslada o mantiene en el tiempo como las otras contaminaciones, también puede causar grandes daños en la calidad de vida de las personas si no se controla adecuadamente. Sus efectos pueden repercutir tanto física como psicológicamente:
• El sistema auditivo se resiente ante una exposición prolongada a la fuente de un ruido. Una persona cuando se expone prolongadamente a un nivel de ruido excesivo, nota un silbido en el oído, ésta es una señal de alarma. Inicialmente, los daños producidos por una exposición prolongada no son permanentes. Sin embargo, si la exposición a la fuente de ruido no cesa, las lesiones serán definitivas. La sordera irá creciendo hasta que se pierda totalmente la audición.
• Desplazamiento temporal o permanente del umbral de audición
• La inteligibilidad de la comunicación se reduce debido al ruido de fondo. La interferencia en la comunicación oral durante las actividades laborales puede provocar accidentes causados por la incapacidad de oír llamados de advertencia u otras indicaciones.
• A más de 60 dBa: Dilatación de las pupilas, parpadeo acelerado, agitación respiratoria, aumento de la presión arterial y dolor de cabeza. Menor irrigación sanguínea y mayor actividad muscular. Los músculos se ponen tensos y dolorosos, sobre todo los del cuello y espalda.
• A más de 85 dBa: Aumento del colesterol y de los triglicéridos, con el consiguiente riesgo cardiovascular. En enfermos con problemas cardiovasculares, los ruidos fuertes y súbitos pueden llegar a causar hasta un infarto. Aumenta la glucosa en sangre. En los enfermos de diabetes, la elevación de la glucemia de manera continuada puede ocasionar complicaciones médicas a largo plazo.
• También puede causar insomnio, estrés, fatiga, agresividad,… y estos efectos pueden llevar a su vez a un cuadro de ansiedad y depresión.
En la lucha contra el ruido, las nuevas viviendas deben contar por normativa con paredes bien aisladas así como también desarrollar tecnología menos ruidosa. Aun así no podemos evitar contaminar nuestro entorno perjudicando las personas y al resto de seres vivos.
Información sacada de wikipedia (contaminación acústica).