Prueba a hacer lo siguiente: con permiso de los responsables de tu casa desenrosca un protector que tiene cualquier grifo (¡ojo!, no el grifo entero, ¡para nada!), una arandelita que hay en su boca. Probablemente verás arenilla. Incluso alguna piedrecita. Recoge cuanto puedas. Incluso de varios grifos (esta es una operación aconsejable, en principio). Ahora, busca un globo. Mete toda la arenilla y todas las piedrecitas en el globo. Toma una botella de agua con gas no muy grande, mediana. Ábrela. Ajusta el globo a la boca de la botella, con cuidado de que no se vierta la arenilla y las piedrecitas que había en los grifos. Cuando esté ajustado, por vertical el globo para que caigan arenilla y piedrecitas al interior de la botella.
Observarás un intenso burbujeo y que el globo se hincha. Si has puesto mucha cantidad se hincha mucho. Incluso puede salir despedido por la presión del gas.
¿Qué ha ocurrido? Que el agua rica en CO2 disuelve el CaCO3, que es de lo que están hechas las piedrecitas y la arenilla recogida en los grifos.
Y los corales.
Ese es el problema. Que los océanos están captando grandes cantidades del CO2 que vertemos a la atmósfera. En ellos termina una gran parte de ese gas. Y el agua de los océanos, al añadirle tanto CO2, modificará su actividad química. Hoy no hay suficiente CO2 como para evitar que el carbonato cálcico precipite y forme rocas sedimentarias, las calizas. Pero eso puede cambiar. Dentro de poco. Dentro de muy poco.
Y eso no es bueno para los corales. Se disolverán. Eso es lo que dice un estudio de la revista Science. Y lo recogen en diversos blogs.
Y un mundo sin corales es peor. Porque en ellos viven alevines de muchas especies de peces, incluidas aquellas de interés para la pesca. Porque los corales sirven de barrera frente al oleaje, de espigón de protección (durante el tsunami del Pacífico, las zonas menos dañadas y que mejor se han recuperado son las que tenían en buen estado sus corales y sus manglares). Porque los corales mueven mucho, muchísimo turismo, que deja mucho, muchísimo dinero en los lugares que los poseen.
No es la única amenaza que afrontan. Muchos de ellos son sensibles a la temperatura. Y eso porque en un coral viven, en simbiosis, con él, dentro de él, algas (llamadas zooxantelas). Cuando la temperatura varía significativamente de la que se considera adecuada, las algas se pierden. Y con ellas los llamativos colores. Queda blanquecino, con sólo el esqueleto de carbonato cálcico. Y muere.
Te recuerdo que los corales reciben el nombre científico de Antozoos (clase Anthozoa), dentro del tipo Cnidarios (antes llamado Celentéreos, que seguro que te suena más), en el que también están las medusas (clases Scyphozoa, Cubozoa) y las hidras (Hydrozoa).